CAPÍTULO 20

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Tras varias horas intentando relajarme después de todo lo que había pasado, llego a la residencia de Adel y alcanzo un mechero y un cigarro, cierro la puerta detrás de mí y me siento en el banco más próximo.

-Hola hija.

Mi cabeza no entiende de sorpresas, así que solo expulso el humo tranquilamente y la miro de arriba abajo procurando ocultar mi temblor. Me parezco a ella, puede que no mucho físicamente pero su presencia me recuerda a cierta persona.

-Arya, tu padre y yo nos conocimos cuando antes todo esto no poseía las mismas dimensiones, no había seguridad apenas por lo que entre nosotros podíamos conocernos con menos restricciones. Tras varios años nos enamoramos, y aunque una de las leyes de la Ciudad era que no se podían tener hijos entre las dos razas, apareciste tu, y me negué a abortar porque sabía que si estabas aquí era por algo. Le pedí a un amigo que fingiese ser mi novio, pero con tu nacimiento no pude mentir más y su única opción era matarte. Amenacé de muerte a todo aquel que lo permitiese, y junto con tu padre conseguimos revocar la orden, pero debías quedarte con él, así que te dejé en sus manos, pero todas las semanas te traía a la frontera para al menos verte unos minutos. Esto fue así hasta que cumpliste los doce años, cuando ya te prohibían venir, y aunque te pusieran una venda en la cabeza para no verme ni recordarme, era más que suficiente el saber que te encontrabas bien, así que lo acepté. Tu padre era amigo del de Adel, y tenían la misma sed de justicia, así que tras su muerte tu padre buscó la manera de encontrar la venganza perfecta delatando al líder mediante la prensa, pero fue demasiado tarde porque lo sabía todo, y mandó matarlo simulando un suicidio.

No aguanto más así que me levanto bruscamente, tiro la colilla al suelo y me froto la cara desesperadamente intentando remediar el dolor tan infame de cabeza que me martillea la cabeza.

-Seguramente todo sea verdad, pero no quiero verte, no quiero ver la cara de la que indirectamente mató a mi padre, así que por favor vete de aquí y no vuelvas, no quiero a una madre después de pasar más de 17 años sin una.

El estruendoso silencio vuelve, y aunque la vea con ganas de acercarse a mí no lo hace, se resigna, me mira cariñosamente, y se da la vuelta para irse de mi vida, mientras se lleva con ella una parte de mi.

DESENTERRANDO MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora