SORPRESAS DEL DESTINO

1.6K 100 139
                                    


La tela de su abrigo rojo se arrugaba entre sus dedos en la zona de su estómago. Había estado deambulando por el pueblo sin rumbo ninguno, ignorando a la gente que podía conocer, los lugares que había descubierto y que habían pasado desapercibidos para él. Por su mente aún rondaba una pregunta molesta que le gritaba sin parar: ¿Qué había sido eso? ¿Qué había visto con sus propios ojos? Era algo totalmente diferente a lo que vio en su primer día. El ángel que lo había acorralado en el baño del instituto, era alguien totalmente diferente con aquella chica.

Por un momento sintió... Algo muy extraño. Aquella tal Karen podía estar a su lado sin recibir ningún daño, y, además, lo más impactante... Era que le hacía feliz. Le sacaba sonrisas. En un rostro que recordaba sombrío, su hermana era capaz de alumbrarlo haciéndolo sonreír.Y él...Él no... No alumbraba a nadie.¿Qué era ese sentimiento...? ¿Tenía celos? ¿Por qué? Ese maldito había sido un rastrero con él. ¿Qué importaba si con su hermana era diferente, cuando a él lo trató como si fuera escoria?¿Por qué?

¿Por qué no se iba de su maldita cabeza?


"Puso... en peligro su vida por nosotros demasiadas veces. Siempre nos salvaba el culo, créeme siempre. Y nosotros... hacíamos como si no hubiera pasado nada, como si nunca se hubiera sacrificado por nosotros".


Las palabras de Kyle cruzaron su cabeza mientras hacía trizas aquella dirección escrita en un papel arrugado.

"Como... si no nos acordáramos de las cosas que hizo por nosotros"

¿Por qué no había podido conocer aquella etapa del ángel? ¿Por qué no pudo estar antes ahí? ¡¿Por qué no le dejaba en paz?!

— ¡¡¡¡¡YA BASTA!!!!! –


........


Los trozos de papel se confundían con los copos de nieve que empezaban a caer después de la lluvia. De rodillas en el suelo, se sujetaba la cabeza con las dos manos, con el rostro escondido en sus rodillas. Parecía una obsesión que no aceptaba, y que lo iba a perseguir hasta que lo hiciera.

Suspiró hondo luego de unos minutos ahogando las lágrimas en la nieve sucia. Miró hacia atrás: El paisaje de su hogar casi destruido había desaparecido. Las huellas de un ángel sombrío, misterioso e indescifrable, ya no se encontraban allí.

— Mierda de tiempo... - Masculló con rabia al ver que la densa niebla ya no le permitía seguir divisando aquel lugar en el que, por un momento, no sintió tan desconocido. Cabreado por los cambios de temperatura y tiempo — Aunque el corazón le latiera irritado por otro motivo — se puso de pie y siguió su camino sin meta. Le dolía el estómago una barbaridad, aún no había comido, y eran las tres de la tarde.

...¿Ir a casa?

NI HABLAR.

— Que se joda Liane –

Anduvo por las calles libres de personas que estaban en su hogar descansando. A diferencia de él, tenían un techo y una familia con la que hablar. No; no pensaba volver a casa, aunque la sola idea de saber que tarde o temprano debería hacerlo le hervía la sangre.— No pienso dirigirle la puta palabra nunca más – Susurró con los dientes apretados mientras su mirada seguía buscando algún lugar que le diera comida y, de paso, cobijo. 

Miró el móvil.

Tenía quince llamadas perdidas de su madre.

...

— ¡Que se joda! –Guardó con furia el teléfono en su bolsillo, que terminó arrugándose más de la cuenta y provocó que este se cayera en la nieve.

—Puuuuuta madreeeee -

Lo volvió a coger irritado y finalmente lo metió en su bolsillo, cerrando este para ahorrarse otro cuadro de ira por si se caía de nuevo.


Estuvo unos minutos más caminando, impaciente por encontrar algún sitio para comer. Aún le quedaba dinero en el bolsillo y tenía pensado apurarlo hasta el final con tal de no volver a verle la cara a Liane. Le importaba muy poco, por no decir absolutamente nada, que su propia madre estuviera preocupada por él, que lo llamase a cada minuto para ver dónde estaba o, simplemente, para saber si estaba bien. O para pedirle perdón.
Pero él nunca le cogió el teléfono, perdiendo la oportunidad de escucharlo.

"Burritos Freeman", leyó en aquello que parecía ser un pequeño restaurante mexicano. - Freeman... Como el actor - Rio para sus adentros; ¿A quién se le ocurría poner en su restaurante el nombre de un actor que de seguro sabía tocar el bajo? Titubeó si entrar o no; si Heidi hubiera aparecido y hubiera ido con él nada de lo que había vivido ese día maldito habría ocurrido, ni ver a su madre "trabajando", ni tener un enfrentamiento con el estúpido de Craig, ni ir medio consciente a la casa de aquel ángel oscuro. Todo era culpa de ella, por haberle abandonado.

Se armó de valor, y autoconvenciéndose de que nadie se fijaría en su físico ni su volumen entró decidido por la puerta.

-... - Echó un vistazo alrededor y todo estaba abarrotado de gente. Las piernas, por un momento, le flaquearon. No; no podía mostrar su fragilidad ni su miedo a la multitud justo allí, en medio de una. Tragó saliva con dificultad y se puso en la cola, disimulando con que miraba el móvil para parecer ocupado.

Treinta y cuatro llamadas perdidas de su madre.
Ningún mensaje de Heidi.

-Carajo... -Volvió a meterse nervioso el móvil en el bolsillo y esperó con los brazos cruzados, moviéndose un poco de un lado a otro. Miró por la ventana: El tiempo cambiaba de nuevo. ¿Qué le ocurría ese día al universo? De repente hacía un sol que esclarecía toda su mente y luego volvía a estar tan oscuro como los rincones de su cabeza más maltratados, esos que le atormentaban todo el día sin ni siquiera darse cuenta, acostumbrándole a su dolor... Hasta el punto de que fuera algo normal en su día a día.
La cola fue avanzando y no tuvo que esperar mucho. Se preguntaba cómo sería la cara del latinoamericano que le iba a atender; le parecían graciosos. Él no era el más indicado para hablar del físico de los demás, pero a él, simplemente, se le hacía gracioso. Soltó una leve risa por lo bajo, sin que nadie lo escuchara.
Sí. Podía ser que se mereciera todo lo malo que le pasaba.

Llegó su turno y miró en las pantallas.

**~Cuando Llores por Mí~**Donde viven las historias. Descúbrelo ahora