🕌 Reino . 🕌

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Era una mañana hermosa, los pajaritos cantaban en todo su esplendor. Alec se removió entre sus sábanas, cuando un hilo de luz se coló por la ventana. Estiró sus piernas y brazos, para relajar la tensión de su hermoso cuerpo. Tomo una ducha y se visto con lo mejor que tenía en su armario, al estar listo tocaron la puerta.

-Permiso majestad, su desayuno está listo -dijo la criada.

-Gracias Elena, ya bajo.

Terminó de arreglar su traje y se dirigió al gran salón. Una mesa imperial, dominaba aquel espacio, que por su decoración era imponente a los ojos de quien pasará por ahí. Desayunó con calma.

-Elena podrías ubicarme a Lidya, por favor -pidió el joven príncipe.

-Tan temprano y ya te la quieres llevar a la cama -se escuchó una voz desde la entrada.

Los sirvientes hicieron una reverencia con la llegada del Rey.

-No padre, solo quiero pedirle algo -contestó con sus mejillas sonrojadas.

-Que no te de pena, Lidya es la mejor.

-Bueno, padre debo retirarme.

Con eso Alec salió del gran comedor. Fue rápidamente a su habitación, para ajustar su encuentro con la preciosa damisela. Tocaron la puerta de manera especial. Él supo de quien se trataba, abrió para conseguir con una chica de su misma edad.

-Majestad, ¿puedo pasar? -preguntó la rubia desde el pasillo, haciendo una reverencia.

-Adelante, por favor.

Lidya entró dejando caer una gran cesta sobre la cama.

-Alec, ya todo está listo -dijo entregándole un traje negro de buena calidad-. La aldea está al Sur, por favor, hazle una visita. No tienen para comer.

-Gracias Lidya, sé como llegar -la tranquilizó, mientras se vestía-, mi padre cree que estoy contigo, así que no molestará.

Lidya lo ayudo a colocarse una capa, para cubrir su rostro. Al estar listo movió una biblioteca que estaba en la pared que daba hacía un pasillo secreto con salida hacia el bosque.

-Duerme un poco, no me tardo -se despidió el moreno de su cómplice amiga

Llegó al establo ensillo a Iglesia, con agilidad lo monto y comenzó a cabalgar entre los árboles con dirección al Sur.


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La miseria rondaba por las calles, los niños enfermos hacían que a Alec se le salieran las lágrimas por la impotencia.

-Señor, ¿me da un pedazo de pan? -se sujetó en su rodilla una niña de escaso siete años, con sus ojitos brillantes por el hambre.

-Señor, ¿me da un pedazo de pan? -se sujetó en su rodilla una niña de escaso siete años, con sus ojitos brillantes por el hambre

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 No Busco Princesa . 👸🏻🤴 || «Malec»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora