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Completa
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En un reino muy lejano, vivía un príncipe encerrado en su castillo por mandato de su padre. A escondía salía para ayudar a su pueblo el cual también era sometido por el Rey. En uno de esos viajes su coraz...
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Ya solo faltaba una semana, para el dichoso baile. Alec había llegado a casa de Magnus para visitarlo como de costumbre. Asmodeus se encontraba de viaje; en una ocasión Magnus le había dado las llaves, para facilitar su ingreso. Al llegar encerró a Iglesia en el establo y entró a la casa con dirección a la habitación. Con el desayuno del palacio empaquetado entre sus manos.
—Buenos días, Princeso…
El castaño no respondió. Le dio un beso en la boca y empezó hacerle cosquillas. Abrió los ojos con pesar y sonrió.
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—Buenos días, Garbancito —beso su mejilla—, voy al baño un momento.
Al levantarse, Alec le dio una nalgada, lo miro y sonrió. Al regresar el desayuno estaba en la cama. Pan recién horneado, tocino, huevos revueltos, mermelada y jugó. Con emoción Magnus lo besó.
—Gracias, por este detalle. Por tu culpa estoy más gordo.
Era cierto, Alec se aseguraba que a su chico no le faltará la comida. Magnus coloco huevo en trozo de pan y se lo ofreció.
—No, mi princeso —hizo una gesto de repulsión
—¿Por qué? —Magnus sabía que le encantaba.
—Desde hace días no los tolero —contestó—, desde ayer tengo muchas ganas de tomar el chocolate que tú preparas, ¿me harías una taza?
—Lo que su majestad ordene —contestó besando sus labios.
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Al terminar el desayuno, fueron a la cocina, para preparar el chocolate. Alec se sentía extraño tenía muchas ganas de saborear la bebida.
—Aquí tienes, mi consentido —Magnus beso sus labios.
El chocolate estaba tibio y muy espeso, su olor era exquisito. Trago un sorbo y no pudo evitar vaciar toda la taza en su boca. Al quedar vacía la puso en la mesa, bajo la mirada de asombro de Magnus.
