The Agers: Secretos oscuros.

Capítulo 5

No tardaríamos en llegar a la cabaña. Sentí escalofríos al recordar lo sucedido la última vez en dicho lugar. Últimamente cuando venía a ésta zona sucedían cosas extrañas; mi primer encuentro con Anthony y aquella emboscada. ¿Qué pasaba en mi vida que ya nada era normal? Bueno... Desde que nací nada ha sido normal, pero recientemente mi vida era más extraña de lo habitual.

Las corrientes de aire frío se filtraban por mi cuerpo a medida que avanzábamos, a mi no me afectaba por la resistencia, sin embargo me di cuenta que a Anthony sí. Sus labios empezaban a oscurecerse levemente, se abrazaba a sí mismo, sus dientes castañeaban y él se ponía más pálido.

-Deberíamos correr, así pondrás entrar en calor. -le dije.

-Buena idea pero... ¿Tú no tienes frío? -Esa pregunta me tomó por sorpresa ¿Qué se supone que debía decirle?

-Estoy acostumbra. -Él asintió y agradecí que no insistiera en indagar. Era poco creíble acostumbrarse a esta temperatura.

Empezamos a correr y me di cuenta que su aspecto mejoraba, pero el frío aún amenazaba en él. Cuando me empecé a preguntar si debíamos parar para buscarle una solución divisé la cabaña a lo lejos, le señalé que habíamos llegado y apuramos el paso. Entramos al lugar, estaba completamente hecho añicos por dentro... Todo estaba en el piso, las mesas y sillas estaban destruidas.

-¿Qué...? -Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, me llevé las manos a la cara y las reprimí, delante de él no iba a llorar. Este lugar nos pertenecía a Dave y a mi, nos había costado ponerla en un buen estado ¿Quién se había atrevido a tanto?

De reojo vi que Anthony ya había entrado en calor y evidentemente también estaba sorprendido, los ojos los tenía como platos. Cuando nuestra mirada se cruzó ambos supimos quien lo había hecho. Los responsables eran aquellos cuyas identidades desconocíamos y que nos habían atacado.

-Podemos arreglarlo. -Se apresuró a decir, enseguida se puso manos a la obra. Bajó la mochila de sus hombros y se arremangó la camisa. Ese gesto me conmovió, no debería sentir eso. Me había vuelto loca y de remate para dejar de lado todo lo que me han inculcado a lo largo de mi vida, sin mencionar que fueron los humanos quienes me separaron de mis padres, aparté eso pensamientos... No dije nada pero sí me le uní para dejar medio decente todo ese desastre.

-¿Conoces de algún modo a los que nos atacaron? ¿Sabes quienes son? -Me preguntó mientras me miraba de reojo.

-No lo sé... Pudo haber sido cualquiera. -Tuve que guardarme mi secreto, a pesar de que quería hablar de ello. Él no era precisamente la persona indicada para ello.

-Parece que tuvieras muchos enemigos. -Me dijo sin más y me quedé callada. Sabía que si le respondía existía el riesgo de soltar la lengua y eso no podía suceder.

Pasamos el rato en silencio. Arreglé unos cuadros que eran de Dave mientras que Anthony ponían en su lugar la mayoría de cosas que estaban desperdigadas. Cuando terminamos, estábamos tan cansados pero al mismo tiempo orgullosos de nuestro trabajo. Por las sillas no pudimos hacer nada, sus patas estaban rotas.

-Gracias. -Le dije y de verdad lo sentía, había hecho mucho por mi al ayudarme con el desastre, este lugar era muy importante.

-Con gusto. -Me regaló una sonrisa espléndida... Muy atractiva, diría yo, nada mal para un humano. Nosotros los Agers éramos mejores en todo sentido, con cuerpo atléticos, fisionomía perfecta lo cual nos hacía más guapos. A excepción de Dave, él era un dios, así fuera mi hermano debía admitirlo.

-¿Aún tienes frío? Tenemos que comer lo de hace un rato. -Le dije.

-Si.

-Será mejor que nos vayamos a Puerto Moresby mañana. -Alcancé los empaques donde teníamos envuelta la comida y le di la mayor parte a Anthony, no tenía mucha hambre, con tantas emociones encima -El frio te va a matar si partimos hoy -Él se limitó a asentir. Después devoró su comida muy rápido, parecía haber estado aguantando hambre mientras arreglaba la cabaña.