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Mañana seria navidad. El lago estaba sólidamente congelado y mis hermanos gemelos fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrel y lo golpearan en la parte de atrás del turbante. 

Las pocas lechuzas que habían podido llegar a través del cielo tormentoso para dejar el correo tuvieron que quedarse al cuidado de Hagrid hasta recuperarse, antes de volar de nuevo. Claro Kei también se había quedado.

Todos estábamos impacientes de que empezaran las vacaciones.

Mientras que la Sala Común y el Gran Comedor tenían las chimeneas encendidas, los pasillos, llenos de corrientes de aire, se habían vuelto helados, y un viento cruel golpeaba las ventanas de las aulas, haciendo infernales ruidos.

La clase dónde se sentía mas el frío era en Pociones, abajo en las mazmorras, en donde la respiración subía como la niebla, haciendo que se quedaran pegados a sus hervientes calderos. 

—Me da mucha lástima toda esta gente que tendrá que quedarse a pasar la Navidad en Hogwarts porque no los quieren en sus casas. – dijo Draco Malfoy, en una de las clases de Pociones. 

Vi la mirada de Harry decaer unos momentos, para después volverse a levantar e ignorar al platinado. Mi mirada también estaba decaída, ya que efectivamente mi familia aun no me perdona por ser una Slytherin.

—Tranquila Lizzie, no dejes que te afecte. – me susurro Hermione, con quién me había juntado yo en las clases de Pociones. 

Después del partido de quidditch, Malfoy se había vuelto más desagrada­ble que nunca con los chicos y a mi cuando podía me decía que era culpa mía.

Disgustado por la derrota de Slytherin, había tratado de hacer que todos se rieran de Harry diciendo que un sapo con una gran boca podía reemplazar a Harry como buscador. Pero entonces se dio cuenta de que nadie lo encontraba gracioso, porque estaban muy impresionados por la forma en que Harry se había mantenido en su escoba. 

Así que Malfoy, celoso y enfadado, había vuelto a fastidiar a Harry por no te­ner una familia apropiada. Harry nos había contado que no iría a Pivet Drive para las fiestas, ya que le gustaba más estar aquí que con sus tíos y primo muggles.

Mis hermanos también se quedarían en Hogwarts, ya que papá y mamá se marchaban a Rumania, a visitar a Charlie.

Por esa razón yo no había ido con Charlie para no arruinar la navidad de ellos.

Al terminar la clase de Pociones, encontramos un gran árbol que ocupaba el extremo del pasillo. Dos enormes pies aparecieron por debajo del árbol y un gran resoplido nos indicó que Hagrid estaba detrás de él.

—Hola, Hagrid, ¿necesitas ayuda? – preguntó Ron, metiendo la cabeza entre las ramas.
—No, todo va bien. Gracias, Ron. – le agradeció el guardabosques.
—¿Podrías quitarte del camino? – La voz de Malfoy sopló detrás de mi cuello, erizándome la piel y el frio que sentía deje de sentirlo. 

Me aparté del camino haciendo que mi amiga me mirara raro, aunque note que no me lo estaba diciendo a mí.

«Por Merlín ¡que vergüenza!»

—¿Estás tratando de ganar algún dinero extra, Weasley? Supongo que quieres ser guardabosques cuando salgas de Hogwarts...Esa choza de Hagrid debe de parecerte un palacio, comparada con la casa de tu familia. – Ron se lanzó contra Malfoy justo cuando aparecía Snape en lo alto de las escaleras. 

-¡WEASLEY!- Ron soltó el cuello de la túnica de Malfoy. 

—Lo han provocado, profesor Snape. Malfoy estaba insultando a su familia. – dijo Hagrid, sacando se gran cabeza peluda por encima del árbol.
—Lo que sea, pero pelear está contra las reglas de Hogwarts, Hagrid. – esa fue la primera vez que oí a Snape contestarle a alguien que no fuera ni a Malfoy ni a mí con amabilidad. – Cinco puntos menos para Gryffindor, Weasley, y agradece que no sean más. Y ahora márchense todos. – Y ahí estaba el profesor Snape que recordaba, el que quita puntos por respirar y por cualquier movimiento. 

𝓛𝓲𝔃𝔃𝓲𝓮 𝓦𝓮𝓪𝓼𝓵𝓮𝔂 𝓨 𝓛𝓪 𝓟𝓲𝓮𝓭𝓻𝓪 𝓕𝓲𝓵𝓸𝓼𝓸𝓯𝓪𝓵.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora