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Quirrell se fue poniendo cada vez más delgado y pálido, su aspecto enfermizo empeoraba cada día más. Cada vez que pasábamos por el pasillo del tercer piso, apoyábamos las orejas contra la puerta, para ver si Fluffy estaba gruñendo, allí dentro.

Snape continuaba con su habitual carácter, lo que seguramente quería decir que la Piedra estaba a salvo de Quirrell. Harry y Ron estaban obsesionados con dar ánimos a Quirrell, unos ánimos que no se merecía. Harry con sus sonrisas esperanzadoras y Ron con sus intentos de que no criticaran al profesor.

Cada vez que yo me lo cruzaba, le daba una mirada que decía un claro "te he descubierto" y él me contestaba con una de "maldita niña". 

Hermione tenía otras preocupaciones que la Piedra Filosofal. Los exámenes.

Aún faltaban diez semanas y ella estaba actuando como si fueran mañana mismo. 

—Hermione, faltan siglos para los exámenes. – se quejaba Ron.
—Diez semanas. Eso no son si­glos, es un segundo para Nicolás Flamel. – replicó la chica, que en ningún momento separó la vista de sus apuntes.
—Pero nosotros no tenemos seiscientos años. De todos modos, ¿para qué repasas si ya te lo sabes todo?- le recordó Ron.
—¿Que para qué estoy repasando? ¿Estás loco? ¿Te has dado cuenta de que tenemos que pasar estos exámenes para entrar en segundo año? Son muy importantes, tendría que haber empezado a estudiar hace un mes, no sé lo que me pasó...- Hermione estaba estérica.

Desgraciadamente, Hermione compartía ideas con los profesores.

Nos dieron tantos deberes que las vacaciones de Pascua no resultaron tan divertidas como las de Navidad. Hermione intentaba ayudar en todo lo posible, pero yo terminaba estresándome más de lo que ya estaba. Además de que ninguno sabe mi situación.

—Nunca podré acordarme de esto. – estalló Ron una tar­de, arrojando la pluma y mirando por la ventana de la biblio­teca con nostalgia.

Los días volvieron hacer como meses antes . El cielo era claro, y el aire anunciaban el verano.

La nada plácida voz de Ron anunció la presencia de Hagrid en la Biblioteca.

—¡Hagrid! ¿Qué estás haciendo en la biblioteca? – preguntó Ron.

Hagrid apareció delante nuestro, con aire desmañado, escondiendo algo detrás de la espalda. Resaltaba que estaba fuera de lugar.

—Solo mirando. ¿Y ustedes qué hacen? No estarán buscando todavía a Nicolás Flamel, ¿verdad? – Hagrid nos miró sospechosamente.
—Oh, hace mucho que sabemos quién es. – dije yo cerrando el libro. Provocando que estornudé por el polvo que desprendió el libro.
—Y también sabemos lo que custodia el perro, es la Piedra... – Hagrid mandó chistar a Ron ruidosamente.
—¡¡Shhh!! No pueden ir por ahí diciéndolo a gritos, ¿Qué les pasa? – Hagrid miró alrededor para ver si alguien nos estaba escuchando.
—En realidad... Hay unas pocas cosas que queremos preguntarte sobre qué cosas más custodian la Piedra, además de Fluffy. – el tono de piel de Hagrid era de un pálido poco sano.
—¡SHHHH! Miren, vengan a verme más tarde, no les prometo que les vaya a decir algo, pero no anden por ahí hablando, los alumnos no deben saber nada. Va a pensar que yo se los he contado... - Hagrid parecía furioso consigo mismo, mientras reculaba con el libro escondido detrás de su espalda.
—¿Qué escondía detrás de la espalda? – dijo Hermione con aire pensativo.
—Puede que tenga que ver con la Piedra. – puntualicé yo, mientras me dirigía hacia la sección donde Hagrid había estado.

Regresé junto a Ron, Hermione y Harry con dos libros en mis brazos.

Los dejé encima de la mesa.

𝓛𝓲𝔃𝔃𝓲𝓮 𝓦𝓮𝓪𝓼𝓵𝓮𝔂 𝓨 𝓛𝓪 𝓟𝓲𝓮𝓭𝓻𝓪 𝓕𝓲𝓵𝓸𝓼𝓸𝓯𝓪𝓵.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora