Los García cargan con una maldición y esa es son una par de chicos muy propensos a meterse en problemas.
Problemas que se vuelven interesantes y divertidas aventuras después.
Pero no será hasta que lleguen a Bulder, Colorado y conozcan a los cuatril...
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CAPÍTULO UNO
PALOMAS MUTANTES GIGANTES
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Los hermanos García se encontraban sentados en el sofá regañados y sobando sus brazos debido a los pellizcos que su mamá les puso por estarse peleando en el carro.
-Los dos irán a darse un baño y se pondrán a desempacar, ¿entendido?
-Si mamá -contestaron al mismo tiempo.
-Entonces vayan -los corrió apuntando la segunda planta que era donde estaban sus habitaciones, pero los detuvo a media escalera-. Oh, y más les vale que no los escuche discutir o pelar, porque si no...
Los gemelos no necesitaron más para correr a sus cuartos a cambiarse la ropa y limpiarse la mantequilla y plumas de paloma sin percances de por medio. Jessica solo miró a Adrián que fingía no prestar atención mientras acomodaba libros en un estante.
Cuando su esposa se molestaba con los chicos era mejor no intervenir. En especial cuando ya les había dado un tirón de orejas.
Los García creían que un simple pellizco o un tirón de orejas, los niños sabrían comportarse, ya que así fue con ellos y sus abuelos. Eran buenos padres, entendían a sus hijos y los reprimían cuando se portaban mal.
Más tarde, cuando los gemelos hicieron lo que debían, bajaron a la sala limpios con nuevos cambios de ropa y la ropa rota y llena de plumas en una bolsa.
-¿Qué vamos a hacer con esto? -preguntó Max enseñándole la bolsa a su madre que ya estaba terminando de desempacar la última caja de la sala.
-Llévala al patio trasero, no quiero esas molestas plumas por toda la casa -respondió Jessica sin mirarlo.
Max asintió y salió a hacer lo que le pidieron. Dejó la bolsa negra recargada en la cerca que dividía el patio de la casa de alado.
Max era un chico que solo tenía tiempo para un misterio a la vez y en algunas ocasiones no prestaba atención a su entorno. Esta era una de esas ocasiones y cuando sacó la bolsa de ropa, olvidó hacerle un nudo para que el aire no se llevara las plumas.
Regresó a la casa pensando en quién podría ser el asesino en su nuevo libro: "el mayordomo asesino".
Se topó con sus padres en la cocina hablando de algo que decidió ignorar y siguió su camino hasta la sala. Max se sentó junto a su hermana a ver el televisor cuando el timbre sonó.
-Vas -hablaron al mismo tiempo. Luego se retaron con las miradas-. ¡Yo no iré te toca a ti! ¡Me debes un chocolate! ¡Deja de copiarme!
El timbre siguió sonando y los hermanos no dejaban de discutir por la persona que abriría. Los padres que estaban en la cocina salieron para ver por qué nadie atendía la puerta y encontraron a sus hijos peleando de nuevo. Ellos se separaron de inmediato.
