Capítulo 1

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Tres meses antes, en algunas montañas en las afueras de la ciudad canadiense de Vancouver...

—Auuuuuuuuuuu....... —Aulló como un lobo la mujer, luego de una larga caminata por el bosque hasta llegar a un risco. Su voz se amplificó en un eco perdiéndose en el abismo frente a ella.

Era un día hermoso, de comienzos de primavera. Se podía ver y sentir cómo la vida estaba retornando al bosque, y a la parte baja de las montañas, luego que la nieve se derritiera, con la llegada de las primeras temperaturas cálidas.

Era el único lugar donde se sentía plenamente libre, alejada de todo y todos. Donde simplemente su alma se liberaba por completo, como si tuviera alas y volara. Y nada la hacía más feliz que reencontrarse con la manada de lobos amigos, que se había hecho durante muchos veranos que paso recluída en esas montañas, recuperando su poca humanidad.

Volvió a aullar desde muy dentro de su interior, dejando escapar aquel sonido tan particular, llenando el silencio del bellísimo lugar, que solo ella y los guardabosques de la zona de esa reserva natural conocían.

Era extraño que sus amigos aún no se presentaran, normalmente lo hacían de inmediato tras una o dos aulladas. Frunció el ceño, tratando de mirar en todas las direcciones, incluso amplió su vista gracias a los binoculares que siempre llevaba en su mochila de campamento, esperando que nada malo haya ocurrido con la manada.

Caminó un poco más adentro, internándose de nuevo en el bosque, cuando detrás de un árbol apareció el Alfa macho. Su viejo amigo y hermano, Zen, que ya tenía, nada menos, que doce años. Esa era una edad muy extraña para un lobo salvaje, ya que, por lo general, viven entre seis y ocho años. Pero Zen era una legenda realmente, y ella no pudo estar más feliz de verlo una vez más. Sonrió deteniendo sus pasos, al tiempo que sus ojos conectaron con los intensos del longevo animal, que solo la miró desde la distancia. Parecía como si estuviese meditando entre acercarse lentamente a ella, o correr a reencontrarse con la humana que pertenecía a su manada, desde hacía mucho tiempo, incluso antes de que se convirtiese en el Alfa.

La mujer se arrodilló y agachó su cabeza, en señal de respeto. El animal la observó cauteloso, comenzando a caminar en su dirección. Parecía estar solo, y eso le extraño, pero se quedó allí mismo, muy quieta, aguardando que su amigo, Zen, llegara a su encuentro, la olfateara un poco y la recconociera. En los últimos años, el viejo Zen se había vuelto más cauteloso con sus visitas, quizás por la edad y el que estuviese perdiendo un poco sus instintos de reconocimiento.

Zen se detuvo frente a ella, a casi un metro, y se sentó mirándola, directo a los ojos, movía su cabeza como si estuviese queriendo agudizar su olfato para identificarla. La mujer entonces elevó apenas su cabeza, conectando sus ojos a los del animal, quien enseguida se hechó al suelo y rodó hacia ella como si fuese un cachorro normal y silvestre, haciéndola reír.

Sin perder tiempo, la mujer se tiró sobre el animal abrazándolo con algarabía, ya que el lobo le daba la bienvenida. Comenzó a mover su cola, le daba largos lenguetazos en el rostro, y saltaba a su alrededor, gimiendo de alegría, al tiempo que ella no dejaba de reír y de acariciarlo.

—Hola, Zen... Sí, sé que ha pasado tiempo. Siento no haber podido venir antes. Yo también te he extrañado. ¿Pero por qué estás solo? ¿Ah...? ¿Dónde está Gaia y la manada?

El animal se separó de ella, y, tras mirarla por un momento, giró su cabeza enorme hacia unos árboles, desde dónde comenzaron a salir el resto de los lobos, aullando y gimiendo, y moviendo sus colas en señal de alegría. También lo hizo, Gaia, la hembra Alfa, completamente blanca, junto a unos divertidos y torpes nuevos cachorros, que corrieron hacia dónde se hallaban con Zen. Enseguida comprendió que su amigo, increíblemente había vuelto a ser padre, a pesar de la edad, el viejo parecía seguir teniendo sus dotes intactos. Gaia era la segunda compañera que le conocía, antes había tenido a Zita, una preciosa loba marrón y gris que ella adoraba tanto como a Zen. Tras su muerte, el Alfa eligió a esta preciosa loba blanca, a la que la mujer llamó, Gaia.

Amanecer [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora