Capítulo 2

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La famosa pianista terminó de interpretar el último tema de su repertorio, para ese concierto en la ciudad de Viena, que había sido vendido completamente meses atrás. En los últimos par de años se había vuelto una de las más famosas y talentosas pianistas contemporáneas.

Tras terminar, los plausos estallaron con fervor, mientras el público se ponía de pie para obacionar a la talentosa y jóven artista de origen británica. A sus 23 años de edad, Alexandra Woods llenaba teatros del mundo entero, pero a ella no parecía importarle demasiado el hecho de su enorme popularidad. Ella solo disfrutaba tocar el piano, que aprendió a sentir y a tocar desde que tenía cuatro años de edad.

Alexandra, o Lexa, como sus pocos amigos y familia la llamaban, se comunicaba prácticamente solo a través de ese maravilloso instrumento. Era de muy pocas palabras, y de una vida social casi nula. Si no estaba de gira presentándose en diversos escenarios mundiales, se refugiaba en la mansión Woods, o la casa de campo Bly Manor, que poseían en las afueras de la ciudad de Londres. Donde se limitaba a practicar a diario, y también a escribir secretamente, que era su otra vocación, aunque no la había hecho pública, o siquiera lo sabía su familia.

Su creciente popularidad en los últimos par de de años la llevó a atraer todo tipo de público y gente. Su manager y prima, Anya Forrest, se había encargado de crear cuentas en las diversas redes sociales, como la mayoría de los artistas y celebridades hacían hoy en día, para promover su imágen y su trabajo. Pero Lexa no estaba para nada interesada en ello, asi que le dejaba a Anya el manejo de las mismas, ese contacto efímero con sus millones de fans alrededor del mundo.

Esa noche en la ciudad de Viena, precisamente en ese teatro tan maravilloso en el que se presentaba su concierto, había seguridad extra. En los últimos meses había comenzado a recibir cierta correspondencia que parecía apuntar a algúna clase de fan obsesivo con la pianista. Cartas donde le expresaba su enorme amor y dedicación, y aunque hoy en día eso era realmente muy común de los fans a sus ídolos. Anya sospechaba que este sujeto, hombre o mujer, era algo más que un simple fan enamorado de su prima. Se identificaba como un hombre ya que firmaba como "Jason", pero Anya no podía fiarse de ello. Asi que había dispuesto extra seguridad para su prima, que obviamente no tenía idea de nada. Ella dejaba todo el tema de seguridad y fans a su manager y prima, porque sinceramente no le interesaba conectarse con nadie.

Tras la ovación de aplausos la pianista salió dos veces más, interpretando obras extras, de manera tan magitral como el concierto completo. En medio de la ovación final, un ramo de rosas rojas fue lanzado hacia ella, algo no muy común en esa clase de conciertos de música clásica. Pero sin darle demasiada importancia al hecho, Lexa recogió el bello ramo de hermosas rosas rojas junto a la tarjeta adjunta, y tras hacer una última reverencia más al público y a la orquesta, que la había acompañado durante el concierto, se retiró del escenario por uno de los lados.

Anya la encontró de inmediato tras las rojas cortinas de terciopelo, que comenzaban a correr hacia el centro, tratando de tomar ese ramo de flores de sus manos, pero Lexa, por alguna razón se rehusó ante la sorpresa de su manager...

- No seas niña Lex, necesito chequear esas flores y lo sabes...

- He dicho que no Anya. Son flores... no un paquete... Son realmente preciosas, y huelen... hmmmm... exquicitas.

- ¡Cielos, a veces eres imposible! Esta bien, vamos...

Al llegar al camerino, Anya la dejó sola a que se distendiera, se limpiara el maquillaje humedecido del rostro, y se cambiara de ropas. Siempre lo hacía tras sus conciertos, odiaba salir de los teatros con ropas sudadas. Se sirvió un vaso de agua fresca, que siempre Anya le dejaba listo para ella, lo bebió con placer. Esos conciertos siempre la deshidrataban demasiado, ya que su pasión entera en la interpretación de cada obra la hacían levantar temperatura en su cuerpo casi de inmediato, como si fuera al gimnasio. Luego tomó una manzana verde, esas bien ácidas que siempre le habían gustado, del bol que contenía diferentes frutas frescas. Un detalle que Anya sabía bien debía tener a su disposición en el camerino de los lugares donde actuaba.

Amanecer [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora