Higashikata Josuke tiene un secreto; de esos a los que es preferible esconder bajo la almohada. No es el único ¿quién no los tiene en una ciudad como Morioh-cho? Esta es la historia de cuatro adolescentes y un pueblo durante el verano más bizarro y...
·Lección primera: Toda buena tragedia requiere de máscaras·
Elchico que carga con estigmas del pasado.
Sin esperanzas. Sin redención...
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En la noche
- ¡Mierda!
La vecina de al lado asomó por su ventana.
- ¿Qué miras, vieja? –dije y tomé el balde de agua a mi derecha.
La mujer volvió a entrar.
Miré el graffiti improvisado; anoche no estaba allí. Al menos se podrá quitar con agua.
-¡Mierda! –grité al frotar un paño húmedo contra la madera del portal.
Todo es por tu culpa, papá. Si no fueras como eres, las cosas nos irían mejor. Pero no, tenías que ser un follador empedernido; tenías que meter la verga en el primer agujero que encontraras.
Odio a mi padre. Los camaradas me preguntan ¿por qué? Yo les digo: "porque sí" y escupo en tierra.
- Eres un maldito –me dijo Okuyasu.
Ambos exhalamos una bocanada de humo apoyados sobre nuestras motocicletas. El mar frente nuestro. El mar me calma.
- El viejo es un puerco –contesté, riendo –Toda una vida ha sido así. Por eso mamá nos abandonó.
- ¿Cómo puedes saberlo? Solo tenías cinco.
- A ver, que uno no es un pelma a esa edad. La vieja ya se comportaba raro. La veía tensa por las esquinas, balbuceando cosas. Tenías que ver su cara cuando papá llegaba del trabajo: el miedo se le veía en sus ojos, la muy pobre, ¡miedo!
Okuyasu bufó, echando la coletilla al piso. Por arriba de nosotros pasó una gaviota. El tipo pisó el cigarrillo hasta apagarse.
- ¿Miedo de qué?
- De sus manías. Cuando mamá escapó, yo estaba durmiendo. Al día siguiente durante el desayuno, pregunté por ella al ver su silla vacía. El muy cínico permaneció callado. Y quedó así la semana completa. Por gusto fue llorar todas las noches y no comer, el viejo no soltaba prenda.
