Parte 5

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Rubén se dedicó a escudriñar la maleta, encontrándose con varias prendas, juguetes y objetos no aptos para todo público.

Sacó algo que parecían dos guisantes amarrados a una cuerda de los cuales uno poseía un botón, curioso, lo apretó. El objeto comenzó a vibrar descontrolado y por el susto lo soltó, cayendo en su regazo.
Una extraña sensación se instaló en su vientre y pequeños espasmos recorrieron su espalda y zona baja. Un jadeo involuntario se escapó de sus labios y el peliblanco cubre su boca con sus manos, completamente sonrojado.

Vegetta voltea exaltado por el jadeo y sus ojos se posan en el guisante. Con el ceño fruncido, se acerca al híbrido y este se apresura en apagarlo.

- Es... Estaba en la maleta. -El pelinegro tomó el objeto y lo escudriñó serio, mientras Rubius cubría su pequeña erección con sus manos.

- ¿De dónde salió esa maleta? –Se sentó frente a él analizándolo y dejando el objeto en la cama.

- Mangel la traía consigo...

- ¿Por qué Mangel te dejaría con una maleta llena de consoladores y...? –Sus ojos se abrieron de par en par y sus mejillas se tornaron de un rosa pálido.
Rubius siguió la mirada del chico, encontrándose con los diversos juguetes sexuales de la maleta, entre ellos un collar para mascotas. Su sonrisa se tornó pícara y sacó el collar, haciéndolo girar con uno de sus dedos.

- Así que... ¿Te mola el rollo de amo/esclavo? –Una pequeña risa se escapó al ver como su compañero de tornaba de un rojo carmesí por la pregunta y evadía su mirada.

Doblas no sabría decir si le divertía haber descubierto aquel fetiche del más recto en Karmaland o le encantaba ver un lado más humano del chico.
Desde que había llegado a Karmaland, podía contar con una mano las veces que Vegetta se había mostrado tan vulnerable ante él. Muchos le veían como un dios que podría ayudarles en lo que fuera y con aquel ego enorme que se traía, siempre estaba dispuesto.

Pero poco recordaba verle pedir ayuda, siempre les pedía materiales y los usaba como esclavos en sus proyectos alocados, pero nunca una ayuda que realmente necesitase. Su sonrisa se volvió tierna y dejó el collar sobre la cama, observando a Vegetta.

Recordó la primera vez que le vio, con sus ojos morados y su cuerpo trabajado, sus cicatrices y su pecho descubierto. Recordó la vez que le acompañó a buscar meteoritos y cuando le pidió que le quitase los pantalones malditos. Recordó la última vez que le había visto y el cómo estuvieron a punto de besarse...

Sus mejillas se sonrojaron ante ese último recuerdo y se removió en su lugar avergonzado.

Sin darse cuenta, el guisante se activó con el roce y la placentera vibración en su cola le hizo gemir. Alarmado, buscó en la cama de dónde provenía aquella sensación, interrumpido por el pelinegro, quién agarró sus brazos y le obligó a recostarse en la cama, sintiendo aún más las vibraciones esta vez en su trasero.

Otro gemido se escapó y cerró los ojos avergonzado. Sintió un calor instalarse en su vientre y a su erección revivir, a la vez, sintió los labios de su compañero posarse en su cuello, dejando una serie de besos y lamidas que le ponían la piel de gallina.

Samuel no sabía exactamente lo que hacía, había perdido los sentidos al escuchar a Rubén gemir de aquella forma y lo único que podía pensar era en besarle. Se encontró a sí mismo lamiendo el cuello del chico, saboreado el estremecimiento que causaba en él y acariciando su torso, deseoso de quitarle la ropa. Soltó las muñecas del peliblanco, concentrándose en su cuerpo mientras le besaba.

Sus labios se encontraron con desesperación y deseo, en un beso sabor a chocolate y menta. Las manos de Rubius recorrían la espalda de Vegetta arañando cada rincón de esta.
El mayor se sentó sin romper el beso, sentando a horcajadas a su acompañante. Sus manos se colaron por debajo de su abrigo, encontrándose con la suave y sensible piel blanca que tanto le volvía loco. Jadeos y palabras sin sentido salían de los labios del chico mientras se dedicaba a besar y lamer cada centímetro de piel de este.

- Veg... Ahg, Sa... Mhg... Da- Su mano pellizcó uno de los rosados pezones del híbrido, provocándole un espasmo. –Damu, ahg... Vetty...

Mientras jugueteaba con su pezón, su mano libre acariciaba su vientre con delicadeza, empeorando los espasmos y las corrientes de placer en su compañero, quién trataba de formular palabra mientras se retorcía sobre Samuel.
Con un gruñido, Vegetta se deshizo de la sudadera y mordió el pezón con el que tanto jugaba. Su lengua trazaba círculos y chupaba sin reparo del desastre que estaba echo el peliblanco.

- Da... Daddy... M-más. –Rubius se aferró al cuello del pelinegro, quién se detuvo ante las palabras del chico. Le observó morder sus labios mientras trataba de calmarse por tantos espasmos, sus mejillas rojas y el vaivén de su pecho.

Buen ChicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora