El eco y la llave

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El eco de la habitación, insonoro como una pistola con silenciador. Las palabras sobraban, los latidos de mi corazón ya decían suficiente...

 Mi cabeza apoyada en el mármol de esa habitación blanca sin ventanas y sin salida de por medio.

Sonrió irónica, quiero reírme de lo penosa que es la situación, pero de mi garganta no sale sonido, ni un mísero gimoteo de cansancio...

Me siento una muñeca atada con hilos invisibles, estos me envuelven y hacen con mi cuerpo lo que quieren. Mis ojos cerrados, intentan hacerme despertar o adormecerme más, todavía no lo tengo claro.

Trato de mover mis dedos, pero estos entumecidos no responden a mis silenciosos llamados. Puedo notar con mayor intensidad mis otros sentidos intentando hacerse paso; frunzo el ceño —O eso creo—, el sonido de pasos y cuchicheos bajos me desconciertan: Nunca había oído algo más que el suave sonido de mi respiración.

Los pasos continúan hasta detenerse, supongo que ese alguien está a punto de entrar porque puedo oír como el pequeño y a penas notorio pomo se mueve. Sonrío de lado, la puerta no abre y no va a abrir porque yo soy la que está encerrada en esta caja pero que a la vez tiene la llave para abrirla. Solo necesitaría unas pequeñas tijeras para acabar con mi prisión...

Abro la boca y al soltar el aire, un pequeño vapor sale subiendo hasta arriba desapareciendo hacia algún lugar de esa insólita habitación. Me intento mover, pero cada vez es más difícil, cada vez cuesta más luchar...

Mi cabeza vuelve a pegarse a la pared sin permitirme mover con libertad, como a un ave que le cortan las alas para evitar que vuele.

El ruido se hace cada vez más persistente, golpes fuertes se hacen paso a través del silencio letal.

Siento mis mejillas húmedas, ¿acaso son lágrimas? Una sonrisa aparece en mis labios y dentro de mí una pregunta surge y yo frustrada no encuentro respuesta.

Sé que intentan romper mis barreras, sé que esa persona de allí intenta hacerse paso entre las enredaderas que hay en mi corazón, ¿pero por qué demonios no la dejo pasar?

Intento moverme, intento gritar, intento romper la burbuja, de verdad que lo intento... Pero las fuerzas se me acabaron desde hace tiempo. 

Niego enfadada, irritada, niego golpeando el frío mármol bajo mis pies, niego con molestia, con vergüenza y con cobardía.

¨Abre¨ me pide la voz de fuera.

¨Por favor¨ continua sin dejar de golpear la puerta con ímpetu.

Mis ojos comienzan a abrirse: La venda que había en ellos desapareció quedando en cenizas manchando mi vestido blanco. 

Miro mis piernas y mis brazos cubiertos por un velo blanquecino manchado de manchas púrpuras. Me muevo sintiendo el dolor de mis extremidades, pero eso da igual porque por primera vez, siento algo. Sin saber muy bien que hacer, miro los hilos que se van cayendo al suelo sin vida alguna.

Comienzo a gatear —porque sé que, si me pongo de pie, no me sostendré— hasta la puerta apenas visible. Mi mano se posa en la madera blanca de esta y quiero decir ¨Estoy aquí¨ pero las palabras no salen. Subo mi mano todo lo que puedo hasta el pomo y lo comienzo a girar en busca de la libertad de la que desde hacia tiempo, se me había privado. El pomo sigue moviéndose desde el otro lado, yo también lo muevo desde mi lado hasta que después de una eternidad, cede.

Con un sentimiento que no sabría definir, abro la puerta encontrándome con una sonrisa idéntica a la mía. Lágrimas vuelven atacar mis ojos, batallando por quien toma el control y sin tregua bajando por mis mejillas mostrándose como fieles vencedoras.

¨Ya era hora¨ Su sonrisa sigue ahí y mentiría si dijera que no me reconfortó.

¨ ¿Tardé mucho? ¨ pregunté sin pronunciar palabra.

Ella asintió, meciendo su preciosa melena pelirroja, idéntica a la mía.

¨ ¿Ahora qué? ¨ pregunté otra vez, sintiendo como las dudas se volvían a apoderar de mí.

¨Ser tú¨

Sus palabras me golpearon como viento cálido en día de verano y de repente mis ojos se abrieron.

Pesadamente me levanté y miré a mi alrededor con cierta curiosidad: Mis cosas seguían tal cual las había dejado y mi cama medio deshecha por haberme quedado dormida me hizo sonreír de lado.

Me levanto sintiendo la moqueta bajo mis pies descalzos. Mis ojos recorren los enormes posters de las paredes y mi sentido de la audición me alerta de pasos acercándose hacia mi habitación.

—Por fin despiertas— dijo una voz antes de abrir la puerta sin siquiera pedir permiso —¿Dormiste bien? —.

Sus ojos azules me escaneaban y me llamaban de forma silenciosa...

Asentí sin querer decir mucho más.

—Perfecto. Los chicos y yo vamos a por algo de beber, ¿quieres algo? —volvió a preguntar acomodando su reloj en la mano derecha.

—Que solo me contestes a una pregunta —pedí sin dudar. 

Me miró curioso, aunque en ningún momento quitó sus ojos de los míos.

—¿Tarde mucho? —pregunté con una sonrisa surcando mis labios.

Él negó con un inaudible deje de risa.

—No sabes cuanto —respondió para después salir de la habitación, dejándome sola con mis pensamientos.

Me reí sin poder evitarlo y con pequeños pasos, me paré enfrente del espejo.

—He vuelto —me dije a mi misma viendo como mis ojos verdes brillaban con fuerza. 


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