Prólogo...

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 La puerta volvió a sonar, pero no quería abrir, sabía que era mi madre ebria de nuevo; lista para golpearme. Gritaba una y otra vez cómo loca pidiéndome que abriera, mi miedo era más grande que mi amor a ella.

Nunca imaginé que los vecinos llegaran a llamar a la policía; gracias a Dios mi madre no estaba drogada. Y había prometido a los policías de cuidar de ella mientras estuviera así.

Sentía los golpes una y otra vez en mi cuerpo, no decía nada, no gritaba; mi miedo era demasiado, pero a pesar de eso la amaba. No quería que nadie le hiciera daño, no quería que nadie la apartará de mi lado. Era la única persona que tenía en mi vida, la única persona a la que amaba.

Como siempre, dormí una vez más en el suelo frío del baño, sólo con una pequeña sábana que apenas cubría mi cuerpo. Un 16 de Diciembre en Milán no es para nada favorable.

A mis 12 años mi madre vendió mi virginidad por sólo unos cuantos Euros.

A los 13 años fumé mi primer cigarro; no logré dejarlo.

A mis 14 años mi madre me obligó a vender droga; y amenazó de matarme si le decía a alguien de mis compañeros o policía.

A mis 15 años y ya había vivido cosas que muchas personas no se imaginaban. A pesar de vender droga y ganar un buen dinero con eso, mi atuendo siempre era sucio y gastado. El colegio era lo único que me hacía sentir bien, mis notas estaban por los suelos; pero la única satisfacción era que no estaba en casa con mi madre. Amigos no tenía ni uno. Todos los profesores me odiaban por mi supuesta mala conducta, cuando en realidad era más que un ángel.

Después de un corto día en el colegio me dirigí a casa preparada para gritos y peleas. El departamento nunca tenía seguro cuando mi madre estaba en casa; abrí la puerta y la vi recostada en el sillón viendo un programa de televisión en chino.

- ¿Dónde carajos has estado?- No le dirigí ni siquiera la mirada.- Tengo nueva mercancía; está en la cocina, ya sabes qué hacer.- No dije nada y simplemente tomé la droga en mis manos y salí del departamento. Como de costumbre los chavales ya estaban esperándome, en la misma esquina de siempre.

- ¿Ahora qué me tienes de nuevo?- Habló el enano de Luisito.

- Lo típico ¿Ahora de cuál quieres?- Saqué las pequeñas bolsas de mi bolsillo y se las mostré.

- Dame algo de cocaína.- Estreché mi mano a entregarle la pequeña bolsa y noté que sólo tenía 20 Euros en sus manos.

- Ya sabes que son 25 Luisito.- Volví a guardar la pequeña bolsa en mi pantalón y lo miré.

- Son sólo 5; no pasa nada. Luego te los doy.- Negué. Mi madre me mataría si sólo me daba 20 por la cocaína.

- No, 25 o nada.- Cerré mi oferta. En poco tiempo sacó los otros 5 Euros y me entregó los 25. Sonreí.- Un placer hacer negociosos contigo Luisito.

*****

El sol me despertó como de costumbre; sábado por la mañana. El suelo estaba muy frío al igual que mi cuerpo. Salí a la cocina y de paso miré la recamara de mi madre; no estaba, como de costumbre. Mi estómago rugía más que un león, abrí el refrigerador y no había nada de comida; sólo cerveza.

RapunzelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora