Capítulo 6 Informaciones.

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-¡Qué gran idea Niño Bonito!- Contestó entusiasmado Alfredo.

-¿Lo dice en serio?- Me preguntó Manuel anonadado

-Lo dice muy en serio Manuel. Aunque no lo parezca, Alfredo se preocupa por su hermana.- Le contesté con una sonrisa.

-En ese caso, ¡Gracias Fantoche!- Le contestó Manuel a Alfredo. Mientras que este último levantó su pulgar izquierdo en signo de aprobación.

Traté de ver qué había detrás de esa señal en la cabeza del Alfredo, pero para variar me bloqueó. Ya me estaba cansando de esa estúpida actitud suya de bloquearme a diestra y siniestra. Fui a reclamarle, pero mi hermano me dejó con el reclamo en la lengua:

-Comiencen a buscar, cuál de estos imbéciles está por despertarse.-

Los quince soldados estaban atados en círculo con sus manos a las espaldas. Los nueve buscábamos indicios de actividad cerebral consciente en cualquiera de ellos, mientras que Manuel los observaba para tratar de determinar su estado. No estábamos llegando a ningún lado. Habíamos noqueado a los hombres de negro al parecer por un par de horas. No teníamos un par de horas de espera, ese era el problema. Me senté con las muchachas, en cuánto no encontré nada. Nos sentíamos derrotadas de nuevo. Tenía un grueso nudo en la garganta y ganas de llorar. Ninguna de las cinco podíamos creer que después de todo lo que habíamos pasado, estuviéramos tan cerca de María Teresa, pero en manos del Tercer Reich. Los muchachos sin embargo, no se daban por vencidos. Los cinco seguían dando vueltas.

-Bueno, esto tendrá que servir- Soltó Mario exasperado.

Tomó a uno de nuestros prisioneros, el de la nariz rota por Alfredo, lo sacó del montón; mientras el resto acomodaba a los otros catorce; lo sentó en una silla, lo ató a ella, se frotó las manos, produciendo una chispa en las palmas, que pasó a sus dedos, calentándolos. De buenas a primeras mi hermano se dejó de preparativos e impactó al hombre directo en la cara con ambas manos cargadas. Sí el pobre tipo no estaba despierto, eso seguro lo despertó. El choque eléctrico produjo en él un grito terrorífico. Lo que nos indicaba que a Mario se le había pasado la mano con la electricidad. Estaba comenzando a notar a mi hermano demasiado exagerado en sus maneras. Sus actitudes comenzaban a tornarse como las de Alfredo y Manuel y mi hermano no era así. Él era más controlado en su carácter. “Amigo contrólate, haz un último esfuerzo”. Le recomendó Alfredo a mi hermano. “HMMM” Fue la única respuesta que obtuvo de su amigo. Por lo general Mario era la voz de la cordura de Alfredo y Alfredo era la voz de la locura de Mario. No al revés.

-¡Cálmate Mario!- Le suplicaron las gemelas a su primo.

Mario respiró hondo haciéndose a un lado. Las muchachas nos paramos primero ante el hombre. “Nos está bloqueando el grandísimo…” Rabió María Gabriela después de intentar escuchar sus pensamientos por un tiempo. “Cuida tu Lenguaje hermanita. Las gemelas están aquí” Le recordó Marco. “Eso no le quita lo imbécil” Defendió Sophie a nuestra amiga “Tienes razón hermanita, pero igual van presas” Le recalcó Stephano. “Bueno no perdamos más tiempo” Nos recomendó Patricia. “Sí gemela, averigüemos cómo quebrarlo” Nos aupó Annabell. Los cinco hombres de nuestro grupo se apartaron para observarnos. Las cinco lo rondábamos como leonas a su presa. “¡Una actitud muy sexy chicas! ¡Demasiado sexy Marie!” Rugió Manuel. Tosí para disimular mi vergüenza, mientras todas reían y los muchachos coincidían en el primer comentario. “Compostura. ¿Podemos terminar?” Rogó Mario otra vez exasperado. “¡Claro que sí!” Coreamos nosotras. Examiné al hombre atado que nos veía desde la silla. La cara estaba manchada por su sangre y su nariz estaba morada y torcida. Sí no hubiese querido atacar a mis niñas y no fuese una miembro de un clan tan destructivo y que tenía por rehén a María Teresa, tal vez habría propuesto que le curáramos…pero no, ni siendo de otra manera querría ayudarlo. El hombre tenía el cabello rubio y los ojos azules. Era delgado y espigado. Antes de que su nariz fuese deformada por el español ya era fea y torcida. Tal vez Alfredo le había hecho un favor al alemán. “¡Gracias Marie, ahora sé que puedo dedicarme a la cirugía plástica si la genética no me funciona!” Me soltó Alfredo en tono burlón y juguetón. Volvía a ser él y eso era un alivio. “Siempre a la orden” Le contesté con petulancia. Quería aprovechar y ver la mente de mi interlocutor, pero ya habíamos perdido mucho tiempo jugando, además que lo más probable, por como se había portado durante toda la noche, él me bloquearía; entonces ni me molesté en intentarlo. Debíamos darnos prisa en encontrar a María Teresa. La noche se me hacía eterna.

QUÉ MÁS PODRÍA SALIR MALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora