Traté de comunicarme con Alfredo a mi lado mientras lo veía a la cara. Estaba ausente. Me bloqueaba, para variar. Me alejé de su lado y con las manos en la cadera, le pregunté:
-¿Alfredo por qué sigues bloqueándome? ¿Por qué dices que tengo que abrir los ojos?-
-¡Ven conmigo!- Me dijo viéndome a la cara y tomándome la mano; nos arrastró hacia la camioneta.
Una vez dentro de ella, me sentó en uno de los asientos, y cerró la puerta corrediza por la que acabábamos de entrar. Activó el sistema de bloqueo de la camioneta para que nadie se metiera en nuestra conversación. Eso lo entendí por las precauciones que tomaba, no porque me lo dijera o porque lo pudiera ver en su cabeza. Él seguía empeñado en no dejarme ver sus pensamientos. Habiéndose asegurado de que estábamos bloqueados, comenzó a caminar por la cabina. Pasaron diez minutos de silencio incómodo.
-¿Estás bien Alf? ¡Te ves nervioso!- Le dije yo finalmente de manera inocente. Creía que íbamos hablar de su hermana y mi hermano. Tenía mis manos entre mis piernas.
-¡Sí estoy nervioso! Es parte del estar enamorado.- Me contestó él sin verme, todavía recorriendo la camioneta de arriba abajo.
-¿Estás enamorado tú también?- Le pregunté sorprendida y algo incomoda. Algo me decía que no quería esa respuesta. Que a lo mejor no me gustaría.
-¡Sí! Muy enamorado. Pero la mujer en cuestión no quiere abrir los ojos.- Me respondió frenando su caminata nerviosa, justo al frente de mí, dándome la espalda.
-¿Qué?- Pregunté físicamente imaginándome a la chica con los ojos cerrados o ciega
-¡Marie no seas tonta! ¡Ella no es ciega, pero es como si lo fuera!- Contestó obstinado sentándose en la silla enfrente a la mía.
No me miraba, sólo jugaba con sus dedos, teniendo la vista clavada en ellos. Me esforcé por tratar de entrar una vez más en su cabeza. NADA.
-¿Por qué sigues bloqueándome? ¿Para qué me trajiste aquí, si igual ibas a seguir bloqueándome?- Le pregunté levantándome y dispuesta a irme de allí.
-¡No te vayas! Sé que te quieres ir, pero entiende…no me la estás poniendo fácil Mari E.- Me dijo Alfredo tomándome la muñeca izquierda.
-¿Por qué no te la pongo fácil?- Pregunté al borde de cachetearlo.
-¡Porque, al igual que tu hermano, tengo miedo!- Contestó Alfredo todavía con la mirada gacha y aún con mi muñeca en su mano.
-¿Miedo a qué?- Le pregunté con molestia en la voz. Sin embargo, en mi mente me preocupaba su miedo.
-¡Al Rechazo!- Soltó Alfredo en voz baja y con los ojos cerrados.
-¿Quién podría rechazarte?-Pregunté incrédulamente.
-¡TÚ!- Contestó Alfredo apretando sus ojos y mi mano.
Me senté de nuevo en la silla al frente de él, de la impresión. Parecía una estúpida, con la boca abierta y todo. Yo era esa “mujer ciega”. De repente se desbloqueó. Empecé a ver imágenes de él consolándome hacía unos minutos atrás. Sentí cómo su cuerpo se tranquilizaba sólo por sentir mis manos en su pecho. Vi cómo, cuando vio mis ojos pensó “Dios, ¿Por qué tus ojos grises me ven, pero no me miran?” Luego pasó a otro momento. Me mostró el momento en que decidí llevarle el cambio de ropa a María Teresa. Vi cómo me escaneaba. “¡La quieres así o más bella!” Le dijo Alfredo a Mario. “Personalmente, me quedo con tu hermana” Le respondió Mario. “Y yo con la tuya” Le replicó Alfredo. Para mi suerte, no se dio cuenta que yo también lo había estado chequeando y asumieron mi lentitud a mi sentimiento de derrota. No pude evitar recordar ese momento desde mi perspectiva. Alfredo estaba intentando ver aquello que yo le ocultaba. No podía permitirlo. Al menos no, por el momento.
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QUÉ MÁS PODRÍA SALIR MAL
Azione¿QUÉ MÁS PODRÍA SALIR MAL? Es el primer libro de la Saga de Los Extranjeros Fantástico, que narra la historia de Marie Affinge, quien junto a sus amigos descubren sus habilidades y poderes genético-mentales en pro de poder salvar sus vidas y la de...