Capítulo 10 General Müller.

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“¿Qué más podría salir mal?” Volvió a preguntar Alfredo mientras componíamos nuestras mejores caras de rebeldía. “¡Por fa Alfredo!” Le rogué para que dejara de decir la frase. “Pero, es que es en serio, ¿Qué más podría salir mal?” Replicó testarudamente Alfredo. “No sé, pero no sigas Alfredo, por favor” Le suplicó su hermana ahora tan aterrada como yo. Mario tomó de la mano a su amada y con una resolución que solo podía salir del amor, la confortó diciéndole “No te angusties más amor mío, yo te protegeré” La verdad tuve que girar la cabeza hacia mi hermano al otro extremo de la formación para comprobar que habían sido sus palabras. La más loca de las carcajadas amenazó con salir de mis labios, pero logré controlarme y mirarlo a la cara. Él se giró a su vez hacia mí y me sonrió algo cohibido y a la vez orgulloso, para al final sacarme la lengua y replicarme “¡Metiche!”. Volvimos la vista hacia la amenaza que nos mantenía contra la pared, amenaza que era más real que cualquiera que nadie pudiera imaginar. Aunque sabíamos que no tenían permiso para herirnos, puesto que su general nos quería en una pieza, eso no significaba que no estuviesen dispuestos a usar las armas si el caso lo ameritaba. “Imagino que ese de allí ha de ser el famoso General… ¿Cómo era que se llamaba?” Intervino Marco señalando mentalmente al alemán en cuestión “¡Müller!” Le respondió Sophie.

            De repente el hombre que estaba al frente de la formación enemiga, dio una orden en alemán y los hombres de negro adoptaron una posición de descanso, mientras que éste comenzó a caminar por la habitación hasta nosotros y luego se dispuso a recorrer nuestra formación. El teniente Franz, se movía a tan sólo unos pasos del hombre y lo miraba con admiración y adoración. “¡Ciertamente ha de ser el General Müller!” Comentó divertido Stephano, al tiempo que el hombre hacia un recorrido que iniciaba en mi hermano y culminaba en Manuel, ubicado a mi derecha. Hizo dos rondas completas, antes de empezar a estudiarnos uno a uno, poco a poco. Me aterraba que al llegar mi turno, mis nervios y mi cuerpo me engañaran y en vez de mostrarme fiera y desafiante, mi fachada se cayera y comenzara a llorar o correr hacia la salida. Entonces me di cuenta que temblaba en mi sitio. Mis temblores se estaban descontrolando y la verdad no se me ocurría cómo frenarlos; por primera vez en mi vida no conseguía encontrar una forma inteligente de salir del atolladero en el que mi cuerpo me metía. Noté las tensas miradas de mis caballeros andantes a mis lados cuando descubrieron que mis temblores se intensificaron, justo antes de que el General se acercara a mí. Así que, Manuel y Alfredo tomaron cada una de mis manos, para calmarme, para protegerme, fue un gesto hermoso que agradecí, una vez que sentí las tibias manos envolviendo las mías frías de angustia. Entrelacé mis dedos con lo suyos, y al instante conseguí controlar mis temblores en gran parte.

La mirada del alemán se clavó en mi rostro finalmente, permitiéndome detallarlo y ponerle cara al que se convertiría en nuestra nueva peor pesadilla; el rostro de Müeller era de rasgos fuertes y hasta toscos combinados con una apariencia de niño, lo que convertía en todo una discordancia visual, tenía ojos verdes-azulados enmarcados en unas pronunciadas y tupidas cejas negras, su cabello negro azabache peinado hacia atrás con gelatina  y patillas largas, vestido con el antiguo traje de campaña negro de los nazis un poco modernizado, y como toque final un ridículo pañuelo rojo anudado al cuello y con las puntas metidas dentro del traje, al estilo europeo. La verdad al ver ese pañuelo en su cuello no pude evitar sonreír por lo ridículo del atuendo. “Estás loca mujer, hace cinco segundos temblabas y ahora te ríes” Me echó en cara Mari Te en tono burlón, “Disculpe su señoría, pero mis nervios me engañan” Le respondí en tono jocoso.

Después de lo que pareció una eternidad, Müeller siguió su camino hacia Manuel. Noté que trataba de parecer despreocupado, cuando era evidente que estaba exaltado por la emoción de habernos atrapado. Caminó hacia su pequeño ejército, o al menos lo que quedaba de su ejército en honor a la verdad; ya que nosotros habíamos dado de baja por lesión a la mayoría del mismo; arregló el uniforme de un soldado y conversó animadamente con Franz, dándonos la espalda. Lentamente volvió a encararnos viéndonos a todos y con deliberada calma retomó el recorrido de la sala. No podíamos ver lo que se formaba en su cabeza, ya que su chip seguía activo. Cada tanto se paraba ante cualquiera de nosotros y sonreía al seguir su camino. “La caminata ya está aburrida, que termine de una vez de actuar” Gritó Annabell queriendo ya salir de la tortura. “¡Tranquila Anna, todo va a salir bien!” Le aseguró su gemela “Sabes que no me preocupa lo que está pasando sino que el tipo no termina de actuar y ese silencio de su parte me pone los nervios de punta” Aclaró Annabell tratando de calmarse a ella y al resto de los que escuchábamos. Traté de concentrarme en la situación para buscar una manera de escapar y por fin poner mi mente en paz, pero justo entonces El General, hizo una parada estratégica frente a mí y volvió a mirarme con más intensidad que la primera vez acercando su rostro al mío peligrosamente, “Si se acerca más a mí lo muerdo” Solté más aprensiva que en broma, mientras me echaba para atrás para darme espacio a mi misma de responder ante la brusca cercanía del Nazi. Manuel y Alfredo apretaron con más fuerza mis dedos, reforzando su apoyo y protección. “¡Respira hermosa!” Proclamó Manuel. “Estamos contigo” Aseguró Alfredo. Aunque no podíamos leer la mente del alemán, su mirada decía más de lo que podía poner en palabras; ya que su expresión era la de un lobo devorador ante su presa e irónicamente su presa podía volverlo papilla si tan solo supiera en qué estaba pensando el lobo; y aún así seguía sin modular palabra. La verdad esa mirada lasciva y muy expresiva me contrajo el estómago casi al punto de vomitar y al parecer mi reacción tenía eco en mis amigas y mis primas que estuvieron también a punto de vomitar.

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