Su cuerpo descansaba pacíficamente sobre aquellas sábanas confeccionada de la lana más suave de la ciudad. La pasivez y serenidad que abundaba esa mañana no le hacía querer abrir los ojos. No fue hasta que el sonido de los cajones siendo abiertos con desespero interrumpieron su sueño perfecto. De mala gana, ella abrió sus ojos siendo recibía por los rayos de sol que se colaban por la ventana de su departamento. Segundos pasaron hasta que la claridad de su visión regreso en sí, y ella pudo divisar la espalda de aquel hombre en uniforme al otro lado de la habitación.
— ¿Por qué haces tanto ruido?
— Lo siento, estoy apurado — Respondió el hombre de cabello castaño claro distraído con la carpeta que estaba entre sus manos, cuando finalmente encontró lo que necesitaba regreso lo demás a su sitio. Al instante, un mensaje llegó a su teléfono, no se molestó en siquiera verlo para saber de quién se trataba.—. Maldito Reiner.
— Es increíble como ha cambiado tu relación con él en tan poco tiempo, Porco.
Él bufo fastidiado.- Nunca me agrado ese cobarde llorón, pero desde que mi hermano murió parece que él tiene una obsesión por joderme la vida.
— Se que nunca fueron los mejores amigos, pero estás siendo muy injusto con él, tu padre fue quien añadió a su familia en el testamento.
— Quieren quedarse con algo que no les pertenece, Pieck. ¿De que lado estás?
Pieck se rasco los ojos con pereza y desgana. Era una perdida de tiempo intentar razonar con Porco, hubo un momento en el que lograba hacerlo ceder de alguna u otra forma de pensar mejor en sus acciones, pero desde que Marcel Galliard falleció en un accidente automovilístico, él cambió mucho su actitud. Aún, con la mirada adormecida y con sus típicas ojeras se puso de pie colocándose sus pantuflas.
— Ya pasaron 2 meses, ¿Hiciste la prueba? — Preguntó cuando la mujer se acercó a ayudarlo con su corbata.
— No, la haré más tarde.
— Está bien, me dices el resultado — Revisó su reloj de mano tomando en cuenta la hora—. Tengo que irme, nos vemos luego.
Y así, con una expresión que expresaba su molestia y estrés acumulado, él tomó su maletín y se fue dejando atrás a aquella mujer. Sintió una punzada en su pecho cuando se fue sin quiera decirle nada más, es decir, ella estaba consciente de su importante trabajo y siempre lo respeto por ello pero con el pasar de los días en su matrimonio, comenzó a extrañar los momentos en los que simplemente eran ellos dos viviendo la vida con pecho fuerte. En esos días en los que se contaban con tan poco pero se amaban locamente, esos días fueron los mejores de su vida, pero cuando el dinero llegó las cosas cambiaron drásticamente. Extrañaba ser despertada a besos por aquel hombre que una vez robo sus suspiros cuando eran a penas unos adolescentes, sin embargo una parte de ella le hacía creer que esos días volverían tardo o temprano.
Al salir de la habitación fue recibida por su enorme departamento lleno de lujos y comodidades que eran simplemente de envidia para muchos, pero para ella sólo eran objetos sin valor alguno además de su costo. Los minutos pasaron rápidamente en aquel sofá hasta que el teléfono comenzó a sonar. Pieck de mala gana se puso de pie para recibir el llamado, quien la recibió fue el asistente personal de Porco para avisarle que olvidó algo en casa y le pedía el favor de llevarlo. No tuvo razón para negarse, por lurgo de cambiarse de ropa fue a la habitación para buscar el documento en el escritorio.
— Ya está. — Dijo susurrante, mientras tomaba su bolso para guardar el documento y algunas de sus cosas para salir.
.
A penas la recepcionista del edificio reconoció a aquella mujer le dió la autorización y dirección en la que se encontraba Porco. Al ser la esposa del heredero de esa empresa los empleados la reconocían y de algún modo temían. Pieck siguió las instrucciones impuesta por la mujer y no tardó demasiado en llegar al cuarto piso. Cuando cruzó por la sexta oficina se encontro con el hombre sentado detrás de su escritorio con la mirada atenta en el computador.
ESTÁS LEYENDO
Una luz en la oscuridad
FanficLa nostalgia de aquellos días llenos de besos y caricias la invade cada día, aquel hombre que una vez robo su corazón ya no existía, en su lugar estaba casada con un hombre lujurioso y controlado por el dinero. Maldito dinero, o quizás bueno, ya que...