Abandonarlo todo (I).

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—¿Hermano mayor, estás bien? — Akashi estuvo a punto de golpear la mano que se colocó gentilmente en su cabeza, quería dejar de ser educado y gritarle a quien sea que se acercó, para que lo dejara tranquilo, sin embargo, cuando alzó su mirada del suelo fangoso, sus bellos ojos se encontraron con un rostro pequeño, dulce e inocente, que lucía una mueca que nunca antes vio en nadie más que en sus sirvientes para él.

Preocupación.

Akashi Seijuro no pudo ser más patético que esto, llorando solo en medio de un parque solitario, haciendo que un niño más pequeño que él se preocupe por él.

Rápidamente, limpia cuidadosamente cada lágrima, pero, no parecían tener final, ellas simplemente siguieron rodando por sus mejillas, mojando la tela de sus mangas y su camisa cuando Akashi intento secarlas, en algún punto, el intentar detenerlas se convirtió en un acto inútil y finalmente, no importo más si alguien lo vio llorar, no le importaría aun si fuera su padre regañándolo de nuevo porque "los Akashi, no lloran".

Su padre es un mentiroso, los Akashi si lloran, su madre llora todo el tiempo y él mismo también lo hace.

Pasan más de quince minutos, sin embargo, el pequeño niño no se va.

Akashi está a punto de preguntar la razón de quedarse allí, si es para burlarse, espera que lo haga pronto y se vaya, si fuera otro día, Akashi podría haberle dicho algo ingeniosamente mordaz e hiriente, pero hoy no, hoy es un día malo...

Como los días malos de mamá.

Los días nublados, grises y sin rastro de sol a pesar de que el sol brilla esplendorosamente, no obstante, para Akashi quien más la anhela, esa luz y calidez están fuera de su alcance.

Al menos, eso creía.

—Me llamo Kouki, ¡hermano mayor, si estas herido debemos ir con mamá, ella te curará!

Dentro de su mundo sin color y la calidez del sol, Furihata Kouki y su sonrisa hicieron que su corazón volviera a latir, que las nubes se despejasen, mostrando así el arcoíris, el canto de las aves y el sonido de los pequeños pasos de Kouki junto a los suyos corriendo.

Mirando la pequeña espalda de Furihata, Akashi se deja arrastrar al mundo feliz del niño y se aferra a él.

Y promete que nada ni nadie se lo quitara; porque Furihata es su pequeño ángel, él no tiene alas, pero no las necesita, es suficiente con su sonrisa, con su gentil corazón sin avaricia y sus suaves manos que le brindan calidez y seguridad.

Akashi está seguro que Furihata Kouki es el ángel que Dios le dio, después de ver su sufrimiento.


___

Akashi mira en silencio, aunque quiere gritar, quiere desgarrarse la garganta cuando Furihata se hace amigo de sus compañeros de equipo, odia cuando Kuroko dice su nombre, quiere cortar las manos de Aomine o Murasakibara cuando acarician la cabeza de su ángel, desearía poder destrozar la cara de Kise cuando besa las mejillas de su niño, romper cada hueso del cuerpo de Momoi y entonces, la pertinente chica dejaría de interrumpirlos o de cargar a su Furihata como si fuera de ella.

Afortunadamente Midorima se mantiene alejado de ellos, es como si el chico de lentes percibiera que, tras su sonrisa, se encuentra una amenaza asesina o, simplemente su tsunderismo no lo deja alabar la belleza y adorabilidad de su niño.

Midorima es su favorito.

Y Akashi siempre termina ganando, porque no importa que, siempre que Akashi diga su nombre, Furihata dejará todo para ir con él, esperando una sonrisa, una caricia o ambas cosas, su furia asesina se disuelve con esta acción, Furihata es feliz aquí, así que Akashi debe soportarlo para ver la sonrisa del castaño.

Lost. |AkaFuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora