Capitulo 43

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ANASTASIA

Eran las seis de la mañana y despertaba por costumbre, mi cuerpo tenía ritmo de deportista, a esta hora era para correr. Sentí el cálido brazo de mi hombre, podía llamarlo así, me amaba, me lo dijo anoche. Me acurruque a su torso con mi espalda pero se dan cuenta que cuando uno está más cómoda quiere mear?.
Su brazo pesaba, era un metro ochenta casi en mi cama y creo que anoche la dejé floja con todo lo que hicimos en silencio.

Bien como pude salí de su lado y fui al baño en frente de mí cama, entre, hice mis necesidades, tiré la cadena, me lave las manos y tome un vaso de agua. Me mire al espejo.

- Te quiero mi trajeado.-

Lo dije por fin salieron las palabras, me sonreí yo misma al espejo, ves? No es tan malo después de todo, no te pusiste verde, ni eres más enana, sólo que tienes sentimientos por el trajeado. Ya lo sé Ana bocona, y me gusta, salí del baño y el seguía dormido, o eso creía yo.

-Hummm a donde fuiste?, estaba muy cómodo durmiendo con tu cuerpo pegado al mío.-

-Al baño solamente, vuelve a dormir.- Lo dije en susurros.

- No puedo, tengo a una sexy italiana acostada a mi lado, además mira quién despertó.- Me acerco a su erección matutina.

- En serio? Tu no te cansas de mí?.-

-No, porque habría de cansarme si te amo mi gata salvaje, además eres exquisita. Anda déjame recordaterlo.-

Me daba besos en mi cuello y mi hombro, ahora resulta que mi cuerpo reaccionaba a él y mis pezones se mandaban solos¡ estaba húmeda y el pasaba sus manos por mis tetas y metía sus dedos en mi entrada. Dios, las sensaciones de sus manos, me tenían mordiendo la almohada. Bajo un poco y me penetró desde atrás aún acostados, fue de lento a más y mientras sentía el choque de su pelvis, más me arqueaba en la cama.

No tengo idea de cómo me tiro los brazos hacia atrás y me chocaba mi culo, el ruido de la carne y la lenta respiración, hicieron que llegará al clímax y el siguiendome con tres estocadas más. Soltó mis brazos y me ayudó a incorporarme, siempre después del placer que me daba quedaba como gelatina al sol.

-Estas bien nena?- nena?....esa palabra no me gustaba¡ prefería gata salvaje.

- No me digas así, me gusta mi apodo.-
El río bajito.

-Okey, mi gata salvaje.- Me besó la mejilla y no había salido de mí.

Escuchamos unos pasos cuando golpearon la puerta, mierda eran las 7 de mañana. Fueron tres golpes, era mamá al otro lado para decirnos.

-Chicos, el desayuno quedó listo, yo le traje a Po a la cama, dice que se quiere quedar conmigo ahí. No demoren o se va a enfriar¡.-

-Ya vamos mamá, gracias.- Me salí de su lado, me puse mi bata.

-Espérame aquí, te traeré el desayuno, no salgas, o ponte esto.- le tiré una de las camisetas que ya tenía en mi casa y eran de él.

Se la puso por su cabeza, y fue muy divertido verlo, mis tetas habían marcado la camiseta y por delante a él se le marcaban sus torso. Reí bajito y salí a  buscar el desayuno. Prepare tostadas, mamá dejó hecho el jugo, café y sus galletas de chocolate, preparé el tocino. Deje todo en una bandeja y fui al dormitorio. Estaba perdido en sus pensamientos mirando al techo.

-Eyyy todo bien mi trajeado?.- deje la bandeja en la mesita de noche.

-Todo bien mi gata salvaje, podría acostumbrarme a esto.- Me atrajo a su regazo y me dio un beso.

LA PROFESORA STEELE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora