Aburrida

1.4K 60 11
                                    


Aburrida

Natalia había llegado a la ciudad recientemente, con el corazón lleno de sueños y una mente vivaz y despierta, dispuesta a aprender y disfrutar de su tiempo, con la intención de trabajar muy duro y demostrarle a su madre y a su hermana, que a diferencia de lo tonta e inocente que la creían, Natalia podía sobrevivir por sus propios medios. Ella era contadora, graduada en una pequeña universidad en su pueblo natal, posterior a su graduación buscó trabajo en la ciudad y lo encontró en una línea de bancos de esos que siempre están contratando, nuevo personal. El proceso de adaptación fue fácil, apoyándose siempre en Mauricio, un chico del trabajo, con el que empezó a salir al poco tiempo de haber comenzado a trabajar.

Mauricio era un hombre de mundo, conocedor de las costumbres de la ciudad, donde ir a comer, donde ir al cine, conocía incluso un par de bares muy buenos y en un par de ocasiones también la había llevado a algunos centros turísticos, era un chico de familia, su papá era socio del banco en el que trabajaba así que Natalia se sentía como en un sueño hecho realidad, dónde su hombre era un hombre de mundo, íntegro y con esos musculosos brazos y corte de cabello a la moda, parecía un músico famoso. Además, ella podía llegar a verse muy guapa, aunque su novio no siempre se lo decía, tenía una figura cuidada de llevar siempre una alimentación sana, su cabello era largo y negro, se cuidaba mucho la piel y procuraba usar ropa que estuviera en armonía con su estilo, forma y decorado. Natalia era una chica a la que le enseñaron tradicionalmente a ser una buena chica. Nunca demasiado maquillada, pero nunca demasiado simple, siempre le dieron que no era muy guapa así que tenía que ser agradable, a Natalie le enseñaron a ser una mujer a la antigua y su vida perfecta con su novio perfecto, estaba a punto de dar un perfecto cambio.

Natalia manejaba un auto moderno, aunque un poco compacto, algo que la hiciera sentir cómoda en sus desplazamientos por la ciudad y que fuera funcional, el auto era de un color blanco opaco, aunque ella originalmente habría buscado que fuera de un color rosa brillante, sin embargo por petición de su novio, el auto era diferente; cómo diferente era la ropa que usaba, originalmente Natalia era fan de los vestidos con sandalias, de la ropa comoda con escotes ligeros pero que la hacían lucir bonita, que la hacían sentir bonita, que aunque a menudo llamaba la atención indeseada de los hombres de la ciudad, también la hacían sentirse empoderada, sin embargo desde que Mauricio llegó a su vida, las faldas se volvieron pantalones, los vestidos playeras o sudaderas que la ayudara a no resaltar, a pasar menos desapercibida, a ser un fantasma para los ojos de los demás y para Natalia aquello era..., bueno esencialmente era un sacrificio aceptable para el amor.

Esa noche Natalia llegó a la zona de departamentos dónde vivía Mauricio, era un espacio amplio, con una gran cantidad de casas que se separaban entre ellas por jardines, un lugar exclusivo en la ciudad, en la que Natalia tenía un acceso relativamente sencillo, dónde sólo debía mostrar una credencial que su chico, le había dado y que entonces le permitía el acceso a cualquier parte del complejo habitacional. Natalia había usado un pantalón ajustado a la cadera, con un suéter alto y una chamarra encima; usaba una gorra tejida que le favorecía sobre su piel morena y un maquillaje discreto que le resaltaba principalmente los ojos, de una tonalidad oscura y muy hermosa. Natalia se bajó de su auto, cerró con llave y se encamino con un regalo especial para su novio, una camisa que había visto en el centro comercial con un grupo de Death Metal, que era lo que más escuchaba la dulce chica.

Así fue que bajó de su auto, camino por el asfalto con su calzado deportivo, que antes hubiese sido un par de bellos tacones, ahora eran sólo un par de zapatos blancos casi insonoros. Aquel día era el cumpleaños de Natalia, estaba por llegar a los treinta y se sentía realmente entusiasmada, había decidió, que, al salir del trabajo, pasaría por su novio, le pediría que fueran juntos a cenar y luego finalmente le pediría que se quedaran en su casa. Mauricio quería con unas ganas locas, quedarse en el lugar de Natalia, dejar ropa y cosas así, ya que en su casa aún vivían sus padres y según él, no le dejaban ser libre. Así que Natalia también llevaba algo para sus suegros, pero debido a que en el estacionamiento sólo estaba el coche de Mauricio, asumió que no estaban, la chica se paró en la puerta principal y se dispuso a tocar la puerta, pero esta se encontraba abierta, Natalia se espantó, miles de cosas cruzaron por su mente, sacó su teléfono y le marcó a Mauricio pero este no le contestó, pensó en retirarse, en no entrar la casa, pero se escuchaba débilmente la voz del chico. Pensó que quizás podría estar herido o que quizás se había olvidado de cerrar la puerta, no era la primera vez que pasaba, así que la chica entró, se anunció con una voz tímida pero audible, sin embargo, nadie contestó. Natalia encontró la ropa de su novio desperdigada por todo el suelo de la casa, sus botas, su gorro, su camisa, en un camino que llevaban directamente a su habitación, que estaba con la luz prendida. Natalia se acercó y la voz de su chico se mezclaba con una música aturdidora que salía de la alcoba, eran los éxitos de Luis Miguel, que sonaban con tanta fuerza que se esparcían por las paredes de la habitación con firmeza; cuando la chica abrió la puerta, su corazón se detuvo un momento. Se sentó y le informó a su cerebro que todo había terminado entre ellos.

La Amante del Príncipe 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora