La Puta del Príncipe

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El auto del Príncipe se detuvo en el espacio de estacionamiento del Edificio Romance al que pertenecían la cafetería Café Romance y también La Stanza Rossa, en el interior del auto, Natalia se movía nerviosa en el asiento, mientras el Príncipe abría la puerta para que la chica bajara. El café, fiel a su costumbre estaba abarrotado de gente y sin embargo cuando subieron por el ascensor que conectaba los pisos inferiores con la parte más alta del Café, el silencio reinaba sobre ellos. Natalia estaba nerviosa, durante el trayecto había colocado su mano sobre el sexo del Príncipe, que elegante y a su vez colosal, se levantó del pantalón y un con una fuerza sobrenatural invitó a Natalia a acariciarla de arriba abajo con un hambre lujuriosa que se le escapaba por los labios y que la hacía morderse los labios de la boca. Juntos escalaron hasta lo más alto de aquel edificio, viendo como las puertas del ascensor se abrían ambos chicos descendieron con diligencia en dirección a una puerta que sólo se podía abrir con la mano del Príncipe, que se colocó sobre el panel con elegancia y la puerta de cristal se desplazó a un costado para permitir el acceso a los dos chicos. El Príncipe colocó su mano sobre un panel interior y la luz se encendió, rebelando una habitación amplia de alfombra roja, sin paredes desde la que se podía ver una hermosa pared de cristal en el fondo.

Al extremo derecho del departamento se extendía una elegante cocina de color blanco, sobre una pared rojiza con muebles del mismo color que la cocina, frente a la entrada se encontraban dos escalones que daban a una sala con una chimenea y algunos sillones de cómoda piel, mientras que un enorme librero se esparcía por la pared esquivando un enorme monitor visible desde la cocina y que llegaba a un comedor con vista a la ciudad y unas pequeñas escaleras se elevaban en dirección a la habitación del Príncipe. Natalia sorprendida, miró el departamento y se quedó maravillada con el buen gusto y elegancia del lugar.

---- ¿Aquí vives? ---- Preguntó la chica quitándose el abrigo y dejándolo en un costado, sobre un gancho en la pared

---- No, es sólo el lugar en el que duermo los fines de semana---- Respondió el Príncipe

---- Es hermoso---- Dijo Natalia caminando detrás del chico.

---- Lo más hermoso de este lugar es la mujer que ahora mismo lo habita---- Le contestó, moviéndose con gallardía, acercándose a ella, mientras dejaba la comida sobre la mesa de centro y encendía la chimenea que bañaba con un fulgor artificial la habitación.

Natalia miró al Príncipe que se quitó la gorra, agitando su cabello que se arremolino revoltoso sobre sus masculinas facciones, con su barba ligeramente descuidada, sus cejas pobladas y aquellos ojos maravillosos que se iluminaban como dos diamantes sobre el contexto elegante del departamento. Por un momento Natalia se sintió invadida por un deseo inexplicable y casi sobre natural de besar a aquel hombre, de tenerlo entre sus brazos y por un momento, el Príncipe se detuvo frente a ella, quitándole el saco del uniforme, deshaciendo el moño con el que anudaba su ropa y acercándose lentamente a los labios de ella. Natalia se levantó sobre sus zapatillas para alcanzar el cuerpo del Príncipe, que repentinamente pareció más alto y juntos acercaron sus labios. Natalia sintió como una corriente eléctrica muy ligera y estimulante le recorrió el cuerpo por completo, como su sexo se sintió ardiendo y como comenzó en la inmediatez a humedecerse, mientras sus manos se levaban casi por instinto a la espalda de aquel chico, que besaba riquísimo, con unos labios con sabor a cereza, sabiendo manejar con delicadeza sus labios, con maestría su lengua y sabiendo cuando detenerse, para dejarla respirar.

Natalia sintió como las manos del Príncipe comenzaron a desabotonar su blusa, mientras la chica comenzó a meter sus manos por debajo de la playera de manga larga del Príncipe y ambos se retiraron la ropa casi de manera simultánea. El Príncipe, tomó con cariño y un poco de amor, la espalda de Natalia, mientras usaba sus maestros labios en el arte del beso del cuello y despojaba a la chica de su sujetador, dejando en el aire sus senos, expuestos con sus pezones endurecidos por el sentimiento, la adrenalina y la pasión del encuentro. El Príncipe tocó su espalda desnuda con aquellos dedos magistralmente largos y hermosamente esculpidos, que recorrieron su espalda con una maestría cariñosa, que lentamente se volvió una sinfonía deleitosa, mientras que hacía que Natalia arqueara su cuerpo, para que, con sus labios de cereza, le probara los senos.

La Amante del Príncipe 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora