Amigas

425 37 21
                                    



Natalia se levantó el domingo sobre el medio día, después de un intenso fin de semana. Después de realizar su primera prueba, se sintió extrañamente motivada para continuar en su camino, en aquella salvaje travesía de sexo y lujuria que se había aventurado, levantándose de la cama de su pequeño departamento, recordando las sensaciones que le había provocado su encuentro con Amanda y los días venideros en la Stanza. Aquello la habían dejado suficientemente relajada para continuar con sus pensamientos mundanos, en relación al amor y el sexo.

Se levantó y comenzó a observar su cuerpo desnudo, a pesar de que dejaba de ser una mujer joven, los cambios en su cuerpo no eran muy notorios y comenzaba a sentirse plena con las marcas de estrías que poco a poco recorrían su cuerpo y sus glúteos, aquello era algo que la había sorprendido de sobre manera, como las imperfecciones de su cuerpo, no parecían incomodarle a las personas presentes en la Stanza y como la mayoría de sus prejuicios los tenía en su cabeza y provenían de mentes débiles e inseguras. Así que se recostó en su cama, mirando el teléfono que estaba cargado al 100% y se dispuso a prepararse para hacer ejercicio y continuar con su rutina diaria. El baño, el desayuno y la limpieza general de su pequeño departamento, encontrando en el cesto de la basura, las cosas que había preparado para adornar el lugar de Mauricio, incluso el desodorante que le había comprado y algunas cosas de uso personal, porque ella siempre había sido esa clase de mujer, siempre había sido una chica disciplinada y ordenada, atenta y previsora y sin embargo, cuando encontró los restos de su amor pasado en la basura, los encerró en el pasado en el que pertenecían y sacó la basura cuando fue oportunidad.

Natalia usaba un short pequeño con una blusa holgada, sin sujetador, salió con un par de chanclas cómodas y el cabello libre y a su antojo, sonriéndole a sus vecinos con confianza y seguridad, una confianza que nunca había tenido y que se sintió bien y empoderada. Regresaría a prepararse el desayuno, se masturbaría y disfrutaría de su día sin hacer más nada, que lo que le viniera en gana. Era un día prometedor.

La música provenía de su computadora, que rugió con fuerza los salvajes acordes de un grupo de Deth Metal, mientras que la batería explosiva y neurótica era acompañada con una voz gutural, armonizada con una guitarra violenta y los aullidos del disco entraban en discordancia con la tibia voz de Natalia, que se elevaba a niveles profundos, rasgando su propia garganta, mientas expresaba sus frustraciones más salvajes y el sonido violennto de su música, se vio interrumpido por un mensaje de su madre que le preguntaba con amor: <¿Ya comiste bebe?> liberando una tensión salvaje en la chica que explotó con una furia concentrada ante la muestra de irrespeto de su madre, frente a la mujer empoderada que unos días antes había tenido sexo lésbico frente a una multitud de desconocidos, que se tocaban compulsivamente, mientras las observaban y un dios sexual que las observaba con un deseo impuro y a la vez tan atrayente que de sólo recordarlo hacia que Natalia se sintiera caliente, muy caliente. Pero la madre es la madre, así que Natalia tomó el teléfono y contestó: "Si mami, gracias" y siguió con su baile violeto.

Mientras experimentaba una sensación de placer inmenso al sentarse en la silla y recordar su primer encuentro con el Príncipe del sexo, ¿sería acaso el tamaño de su miembro? Pensó poseída por una curiosidad insana, mientras investigaba en el internet, los tamaños, decorados, formas y texturas de los libidinosos pitos de plástico que le ofertaba la red. Confundida sobre si era normal que una chica comprara esa clase de cosas, se sorprendió así misma escribiendo a su madre sobre sus dudas, sobre el sexo y los artilugios sexuales. Se detuvo en seco, giró la cabeza en un movimiento de negación mientras eliminaba todo lo relacionado con su mensaje previo, pero ¿a quién podía recurrir con su necesidad de pitos plásticos?

Sacó su teléfono y buscó en su lista de contactos, había una sola chica en la que sabía que podía contar para su aventurada misión, marcó el teléfono de Dalia y esperó.

La Amante del Príncipe 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora