Fue una mezcla extraña de como una ráfaga de viento haría que se cayera una taza de café hirviendo, explotando en sus pantalones; quemándolo al tacto con su piel, traspasando la tela, y por último, quemando su piel con agobiantes cortadas en forma de círculos.
Aunque eran solo las ocho de la noche, su mente estaba adolorida, lo suficiente como para no sentir lo fría que estaba el agua que lo estaba asfixiando, haciendo que su piel fuera a su máximo, tratando de no morir de lo congelada que estaba, pero con cerrar ambos ojos, sentía como su cabeza ardía, forzándose así mismo para no luchar contra el agua que planeaba meterse por sus pulmones. Mantenía su cabeza sumergida en la bañera, hundiéndola lo suficiente como para terminar consigo mismo.
Su cuerpo luchaba, pero él no lo haría.
Mientras tanto, su madre se encontraba en la cocina, desgastada de forma mental por los últimos días, esta noche no dormiría en paz por todas las deudas, sin embargo, sonriendo de forma débil, tomo el pastel entre sus manos y subió las escaleras. Un silencio inaudito retumbaba por las paredes, pero siguió su transcurso, llegando a la puerta de Kiasleyn; la abrió sin muchas dificultades, encontrándose con una habitación desordenada, los estantes estaban vacíos, los libros estaban regados por todas partes, algunos sin páginas, otros con partes marcadas en marca textos, que era lo usual, hasta que miro como la ropa que ella misma había tendido en su closet, se encontraba rasgada, o sucia, o en el piso, lo que le hizo enfadar, pero que decidió callar. Hoy no era el día adecuado.
-Leyn, amor, ¿estás ahí?-pregunto, con el pastel en mano, y girando la perilla de la puerta del baño.
No hubo respuesta.
Peulie no lo pensó demasiado. Tomo un gancho metálico de los que usaba para colgar las camisetas de Leyn, y lo introdujo en la perilla, girándola, haciendo que la puerta se abriera.
-No soplare las velitas este año.-menciono Leyn, colocándose la camiseta, mirando a su madre con el pastel en sus manos- No este. –aclaro, suspirando profundamente, controlando su respiración. No se había percatado de lo fría que era el agua, y como le ardía respirar.
Después de tocar tan cerca el final, percibes el mundo de otra manera, y es por eso que el aire se sentía espeso, chocando contra su cara, su peso parecía no existir, solo era una sensación de libertad, y el aire lo abrazaba. Sus rizos tan característicos subían de un lado a otro. Una voz le gritó.
-¡Kyan!-gritaba constantemente la voz, tratando de llamar su atención, aunque el mencionado no podía percibir de dónde venía, hasta que miró hacia arriba, era el chico que le llevaba al paraíso.
La manera en qué Kyan trepó hacia el pequeño balcón de la sala fue una locura. Lucius estaba impresionado, por no decir que atónito.
-Joder, ¿Qué haces fuera? ¿No te habían encerrado para que no salieras precisamente, a estas horas?-habló preocupado Lucius, primo de Kyan. Sabia de los rumores que corrían de Kyan.
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𝐸𝑙 𝑚𝑎𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝘩𝑎𝑏𝑖𝑡𝑎𝑚𝑜𝑠. - gay. (𝐂𝐅)
Novela Juvenil⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀.˚⛈ᵎ┊͙ ⠀⠀⠀⠀˗ˏ ➶ 𝕯𝔢𝔰𝔠𝔯𝔦𝔭𝔱𝔦𝔬𝔫 ✧ ˚ ¿𝖠𝗅𝗀𝗎𝗇𝖺 𝗏𝖾𝗓 𝗍𝖾 𝗁𝖺𝗌 𝗉𝗋𝖾𝗀𝗎𝗇𝗍𝖺𝖽𝗈 𝗉𝗈𝗋 𝗊𝗎𝖾́ 𝖺 𝗅𝖺𝗌 𝖼𝗁𝗂𝖼𝖺𝗌 𝗅𝖾𝗌 𝗋𝖾𝗌𝗎𝗅𝗍𝖺 𝗃𝗈𝖽𝗂𝖽𝖺𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝗮𝗱𝗶𝗰𝘁𝗶𝘃𝗼 𝖺𝗅𝗀𝗎𝗂𝖾𝗇 𝖽𝖾 𝗊𝗎𝗂𝖾́𝗇 𝗌𝖾 𝖼𝗈...