Los niños del lago

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La situación en la que los gemelos Pines estaban metidos no era la más favorable cuando te encontrabas cayendo desde el gran precipicio del pueblo de Gravity Falls seguido por un enorme robot con forma de Gideon.

-¡¡¡AAAAAHHHHHHH!!! – El miedo era palpable en los gritos de los gemelos cuando estaban cayendo a cientos y cientos de metros directos contra el duro suelo.

Mabel logro acercarse en el aire a su gemelo, este la abrazo con todas sus fuerzas. La chica pensó rápido y antes de que cayeran al suelo y los alcanzara la gran explosión causada por el gran robot cuando se estrelló, sacó su gancho volador y apuntando a uno de los grandes pinos del bosque logro engancharse justo a tiempo a una de las ramas deteniendo su caída en seco.

-¡El gancho volador! – Exclamo eufórica, feliz de haberse salvado de esa inevitable muerte.

-¡Lo hicimos, Mabel! – Dipper compartía el sentimiento de su hermana a la perfección.

Ambos fueron bajando unos pocos metros, antes de que ocurriera el gran suceso que lo cambiaría todo en la historia de Gravity Falls y el mundo entero.

La rama a la cual se habían enganchado comenzó a romperse.

Ambos gemelos sintieron el desbalance, aun se encontraban a una gran altura y solo miraron horrorizados como la rama terminaba de romperse.

-Oh no – Fue lo que ambos mencionaron antes de que la rama se rompiera.

Volvieron a caer en picada, soltándose por error, mirando todo como si ocurriera en cámara lenta, todo antes de lo inevitable.

El sonido inquietante de sus cuerpos chocando contra el suelo fue fugaz y escalofriante.

Se hizo un sepulcral silencio antes de que llegara la multitud a ver lo que estaba ocurriendo.

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Stan sonreía de oreja a oreja viendo como el pequeño Gideon era llevado preso, gritándole quien sabe que tantas cosas, cosas las cuales Stan no iba a tener que preocuparse en un largo rato.

¡Por fin se pudo librar de ese pequeño mocoso del demonio!

No solo eso, pudo obtener de vuelta las escrituras de la casa de su hermano y de paso, consiguió el diario número dos, era sencillamente maravilloso.

-Ojalá los niños estuvieran aquí para ver esto – Se dijo Stan para sí mismo. Quizá y solo quizá, podría convencer a sus padres para que los dejaran volver al pueblo, seguro eso les pondría muy contentos.

De repente, unos quejidos de dolor llamaron su atención y no fue solo a él.

-¿Dipper? – Pese a que necesitaba de sus audífonos para poder escuchar mejor, jamás olvidaría a quien pertenecía esa voz chillona y nada varonil.

Se apresuro a ir donde escuchaba esos quejidos, un fuerte escalofrío recorrió su vieja espina dorsal. – ¡¿Dipper?! ¡¿Mabel?! ¡Están...! – Las palabras murieron en su garganta al ver la escena.

En ese instante y con toda seguridad, el corazón de Stanley Pines se detuvo por un segundo. Un sudor frío lo azoto de golpe, sus ojos abiertos de par en par con el más puro horror.

-¡Niños! – Se acerco corriendo al par de niños que se encontraban agonizando en el suelo.

Dipper estaba en un pésimo estado, y lo único que salía de su boca eran incoherentes palabras y gemidos llenos de dolor. Su gorra se encontraba manchada de sangre, y se podía notar con facilidad el mal estado en el que se encontraba. Para rematar un gran escombro del robot le había caído en su brazo derecho cuando cayeron con los restos del robot.

Hilcoln: Una aventura sobrenaturalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora