Giffany

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-Ugh, aun me duele el cuello – Se quejó Wendy mientras sobaba su nuca tratando de aliviar la tensión acumulada.

-¿Tu enamorado si te dejo en paz? – Preguntó Hilda con una sonrisa burlona.

-Si... – No le causo gracia la broma, pero mínimo estaba aliviada de haberse librado de su inofensivo acosador y de haber podido salir sin un resfriado, eso último se lo debía una a los chicos.

-¿Esa es la casa de Soos? – Preguntó el albino señalando una casa.

-Sí, esa es – Respondió tranquilamente, bostezo, cansada.

Luego de su aventura con El siempre detrás fue que pudo dormir tranquilamente sin sentirse observada, lástima que no durmió en una buena posición y ahora su cuello estaba tensó. Hubiera preferido descansar más, esta vez, en una mejor postura. No obstante, hoy cuando se obligó a ir al trabajo, se encontró con todos menos con Soos. Eso le extraño, incluso Lincoln había preguntado al respecto, así que Stan les encargo ir a hacerle una visita a Soos para ver cómo estaba, ya que no contestaba las llamadas. Lo único en lo que podía pensar era que el resfriado le pego más fuerte a él.

-Oye, y ¿por qué Stan no vino con nosotros? – Preguntó el albino, a él solo le pidió acompañarlas.

-No lo sé, supongo que fue a tirar al viejo minero – Se encogió de hombros.

-Ya era hora, esa cosa realmente me da escalofríos – Comento Hilda. Esa cosa le parecía más espeluznante que todas las criaturas que había visto por el momento.

En eso concordaban todos.

-Por cierto, nunca se preguntaron lo que hace Soos luego del trabajo – Comento Hilda, Soos era bueno con ella, era un sujeto muy divertido, y le pico la curiosidad de saber lo que hacía en sus ratos libres.

-Ni idea, ver películas quizá – Respondió Lincoln.

Wendy no contesto, tampoco lo sabía, nunca le intereso saberlo y nunca pregunto.

Ya estando frente a la casa de Soos, tocaron el timbre, no tardo mucho cuando una anciana de cabello rizado grisáceo, de vestido color vino y un delantal amarillo con un corazón les abrió la puerta.

-Hola pequeños – Saludó amablemente.

-Eh, hola, buscamos a Soos, ¿usted es...?

-Su abuela, cariño.

-¡Ah! Un gusto señora, soy Wendy, ellos son Lincoln y Hilda – Se presento la pelirroja.

-Un gusto conocerla – Saludo el albino.

-Hola, abuela de Soos – Saludo la peli-azul.

-Sé quiénes son, Soos me ha hablado de ustedes, trabajan en la cabaña del misterio con él.

-Así es, vinimos a ver como estaba de su resfriado, pues hoy ni vino al trabajo.

-Él ya se encuentra bien, está en su habitación, vengan, pasen dentro, les preparare un poco de té con galletas, si gustan – Ofreció la amable viejita.

-No, muchas gracias, no es necesario, solo vinimos de paso – Negó Wendy.

-Una galleta no me vendría mal – Comentó Hilda. La pelirroja la miro. – ¿Qué? Hoy desayunamos ligero y aún tengo hambre – Se defendió.

-Yo con un vaso de agua está bien, señora – Dijo Lincoln con una sonrisa.

-No hay problema, los amigos de Soos siempre serán bienvenidos, en lo que les traigo todo, vayan a verlo, su cuarto es el del fondo – Dijo antes de ir a la cocina.

Hilcoln: Una aventura sobrenaturalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora