{ III }

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Capítulo 3

Cuando uno de los siete arcángeles bajaba a la Tierra, era porque sin duda había problemas. Pero que dos lo hicieran y que específicamente lo estuvieran buscando a él solo podía significar que había caos. Y eso le encantaba.

Estaba en un lago alejado de la civilización alimentando a los peces. Aunque sus pies tocaban la superficie, éste no se hundía. Iba dando saltos por todo el lugar mientras lanzaba pedazos de comida. Le divertía, y le gustaban los peces, en realidad todos los animales, era falso que no sintiera simpatía por ningún ser vivo, solo odiaba a los humanos, a los ángeles y a su creador, por su puesto, pero las criaturas vivas eran punto y aparte. Es más, adoraba a los gatos.

- ¡Deja de hacer eso! – se escuchó un grito proveniente del cielo – solo envenenas a los peces –

- ¿Qué clase de mentira tan despiadada es esa? – Lucifer fingió indignación – eres tan malo, Miguel –

- Deja de hacerte el inocente – advirtió el enérgico ángel - ¿Qué haces en la Tierra, a qué has subido? –

- Vine a alimentar a estas criaturas ¿Acaso no puedo? – respondió Gulf.

- ¡No finjas! – Miguel era el único que hablaba, Gabriel lo miraba con una mezcla de lástima y compasión.

- Con ese carácter me sorprende que seas un ángel del señor – lo retó Lucifer – harías buenas migas con algunos de mis generales – ofreció – incluso puedo recibir bien a tu querida alma gemela Gabriel –

- Jamás traicionaríamos al señor – contestó con calma Gabriel.

- No saben de lo que se pierden – alegó Lucifer – y con las ganas que te tengo Gabriel, ¿Sabías que eres jodidamente sexy? –

Los ángeles miraron asombrados Lucifer, ¿Cómo es que su querido y más bello hermano se había transformado en ese aberrante ser lleno de malicia y perversidad? ¿Qué error había cometido su creador con aquel espécimen que era la personificación de todo lo malo en el universo? Ellos lo amaron, ahora solo podían sentir pena por su atormentada existencia lejos de los brazos del Todopoderoso.

- Bueno, tengo prisa en realidad y nunca es agradable verlos – habló el rey del infierno – bueno a ti sí Gabriel, aunque sería mejor verte en mi cama – lamió sus labios.

- ¡Lucifer! – gritó Miguel.

- No seas celoso, solo quiero follarlo, no quedarme con él – al ángel caído le gustaba provocar a sus "hermanos" ya que sabía que jamás le harían algo, estaba en contra de las reglas de su adoradísimo padre.

- ¿Qué ha pasado para que cambiaras tanto Lucifer? – a Gabriel, un ángel bastante sensible le había dolido mucho el cambio tan radical de su querido hermano y su inevitable expulsión del paraíso. 

- No empieces con sentimentalismos Gaby – dijo Lucifer – tengo un montón de almas que corromper, así que ¿Para qué me andan buscando dos de los ángeles del señor? –

- El que subas a la Tierra no puede ser algo bueno ¿Qué planeas ahora? –

- No me creas tan estúpido como para decirte que pienso hacer – respondió el príncipe de la tinieblas – pero ya sabes a lo que me dedico, así que no se para que preguntas –

- No vamos a permitir que dañes a ningún humano - alegó Miguel.

- Ni siquiera sé por qué los quieren tanto – Lucifer se acercó a ellos - ¿Si sabes que su padre los quiere más a ellos que a ustedes? –

- Ni creas que vas a confundirnos con tus mentiras – Miguel sabía de los juegos de su hermano desertor.

- Esa no es una mentira, pero allá ustedes si quieren vivir engañados – se dio la vuelta y empezó a caminar, aquella conversación ya había terminado.

Pobre diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora