22.Hacer el amor

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Un leve cosquilleo en mi pierna atormentaba mi sueño. Entre abrí los ojos y me encontré con Eze quien con la yema de los dedos producía esas cosquillas.

-Perdón- sonrió -No quería despertarte- le sonreí igual y acaricie su mejilla. Escuche el golpe de sus botas caer al piso y acto seguido se acomodó a mi lado. Aun algo adormilada me amarre a su cuerpo.
Corría mi cabello a un lado, dejando mi rostro y cuello descubierto, esparcía húmedos besos desde mi mejilla hasta mi cuello. Su cálida respiración chocando con mi piel era fascinante.

-Ya, te dejo dormir preciosa- ¿dormir? ¡Claro ya que despertaste todas mis hormonas ahora si me dejaras dormir! Estaba por ponerse de pie pero no lo deje, me puse rápidamente de rodillas en la cama y lo tome por los hombros, escuche su risa.

- ¿No estabas dormida?- pregunto divertido.

-Lo estaba- conteste abrazándolo por la espalda ocultando mi rostro en su cuello -Tú has tenido la culpa, me has despertado con tus provocaciones- mordí suavemente su piel y ladeó su cabeza dándome mejor acceso a su sensible zona.

Mordía, ancaba mis dientes e incluso mi lengua degustaba sus pequeños lunares esparcidos por su cuello estratégicamente. Quería girarse hacia mí pero yo se lo impedía mordiendo le lóbulo de su oreja. Hasta que finalmente logro ponerse de pie. De una se sacó la camiseta dejando al descubierto su torso tallado por los mismos dioses. Su mirada desbordante de deseo solo aumentaba el mío de sobremanera. Subió a la cama y se acomodó sobre mi, pase mis manos sobre sus hombros, hasta su espalda, recorriendo su tersa piel.

Mientras que nos fundíamos en un apasionado beso, una de sus manos se posiciono en mi espalda por debajo de mi blusa y la otra masajeaba mi pierna elevando mi estado de éxtasis.
Su lengua se introdujo en mi cavidad bucal buscando con desesperación mi miembro. El cual no tardó mucho en encontrar ya que es segundos se debatían a muerte ya que ninguno tenía planeado rendirse.
De un momento a otro mi blusa desapareció de la escena y al igual no tardó mucho en despojarme de mi sujetador el cual quedo en algún lugar desconocido de la habitación.

La excitación y el placer se respiraban en la habitación mis jadeos y gemidos iban en aumento solo con sus caricias y besos. No había centímetro cuadrado de mi cuerpo que sus manos no hubieran recorrido al igual que sus labios. Como pude logre deshacerme de su pantalón. Minutos después nuestros cuerpos solo eran cubiertos por la ligera capa de sudor que nuestro alto calor interno producía. No podía más lo necesitaba en ese mismo momento. Y como si leyera mentes se acomodó entre mis piernas para convertirnos en uno mismo por primera vez.

La Apuesta [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora