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El sol empezaba a descender lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa. Estaban acostados en el pasto del parque, rodeados por el suave murmullo de las hojas y el canto lejano de algunos pájaros. La tarde tenía esa calma perfecta, esa quietud que solo se siente cuando estás exactamente donde querés estar.
Dani observaba el cielo con una expresión serena, su cabeza descansando sobre el pecho de Valentín, quien lo abrazaba con suavidad, como si lo protegiera del mundo entero.
De repente, el menor alzó un brazo y señaló una nube esponjosa que flotaba perezosamente sobre ellos
-Esa nube es linda -murmuró, con esa dulzura natural que a Valentín le derretía el corazón-.
Valentín, sin apartar la vista de él, esbozó una sonrisa tierna y, con la voz más suave del mundo, respondió:
-Pero no hay nada más lindo que vos.
Y antes de que Dani pudiera responder, Valen giró apenas la cabeza y dejó un beso delicado en su mejilla, sintiendo cómo la piel se calentaba bajo su roce.
Dani se mordió el labio, sintiendo esas mariposas en la panza que nunca parecían desaparecer, sin importar cuánto tiempo llevaran juntos. Sus ojos se iluminaron mientras entrelazaba sus dedos con los de Valentín, apretándolos con cariño.
-Si hay algo más lindo... y sos vos -contestó en un susurro, girando un poco para mirarlo de frente, con esa sonrisa llena de amor que solo le dedicaba a él-. Sos hermoso, amor.
Valentín sintió su pecho apretarse de ternura, ¿Cómo podía existir alguien tan perfecto? Sus dedos rozaron la mejilla de Dani con delicadeza, como si quisiera memorizar cada detalle de su rostro.
-Mirá quién habla... -susurró, sus ojos azules reflejando la luz dorada del atardecer-. El más hermoso de todo el mundo.
Dani bajó la mirada, sonrojado, pero antes de que pudiera protestar, Valentín acortó la distancia y le dio un beso suave en los labios, lento, tierno, como si le estuviera diciendo con ese gesto todo lo wue sentía.
Al separarse, Valen apoyó su frente contra la de su novio, aún con los ojos cerrados.
-Nunca me voy a cansar de decirte lo mucho que te amo, bebé.
Dani sonrió, sus ojos brillando más que nunca. Su corazón latía tan fuerte que casi podía sentirlo retumbar en sus oídos. Alzó las manos y enmarcó el rostro de Valentín con delicadeza, acariciando sus mejillas con los pulgares.
-Y yo nunca me voy a cansar de mirarte -susurró, antes de dejar un beso suave en sus labios-. Ni de amarte -añadió, regalándole otro beso, un poquito más largo-. Ni de agarrarte la mano... -sus dedos se entrelazaron con los de Valen, besándolo una vez más-. Ni de ser tu novio.
Valentín no pudo evitar soltar una risita baja, sus mejillas encendiéndose mientras lo abrazaba con más fuerza, rodeándolo por la cintura. Se acercó lo justo para empezar a dejar pequeños besos inocentes en el cuello de Dani, sintiendo cómo este se estremecía levemente entre sus brazos.
-Te amo tanto, Dani...
[...]
Se quedaron así, abrazados, con la tarde extinguiéndose lentamente a su alrededor. La luz comenzó a disminuir hasta volverse un violeta suave, casi onírico. El parque estaba casi vacío, solo ellos dos, envueltos en su pequeño universo, ese espacio donde solo existían ellos y nada más importaba.
Dani seguía recostado sobre el pecho de Valentín, sus dedos jugando distraídamente con los de su novio. Valen lo miraba, fascinado por la paz que le transmitía, por la manera en la que el mundo parecía detenerse cuando estaba con él.
De pronto, Valen rompió el silencio con un susurro.
-Inmarcesible... -dijo suavemente-. Significa "que no puede marchitarse". Nuestro amor es inmarcesible, Dani.
Dani parpadeó, levantando apenas la cabeza para mirarlo con curiosidad.
Valentín continuó, su voz calmada pero llena de sentimiento.
-Serendipia... un hallazgo afortunado e inesperado, como encontrar algo maravilloso mientras buscás otra cosa. Eso sos vos, mi hallazgo más lindo.
Dani sintió el pecho apretársele de emoción, pero Valen no había terminado.
-Gigil... -susurró, rozando con un beso la frente de Dani-. El incontrolado deseo de apretar a alguien solo porque lo amás. Eso me pasa con vos, cada vez que te miro, cada vez que sonreís.
Se hizo un silencio tan suave como la brisa que los rodeaba. Dani sentía las mariposas en el estómago revolotear con fuerza, ese cosquilleo que aún, después de tanto tiempo, le llenaba el cuerpo cada vez que Valentín hablaba así.
Inspiró profundamente, mirándolo con los ojos llenos de amor antes de susurrar.
-Kilig...
Valentín alzó una ceja sorprendido, pero al instante ambos pronunciaron al mismo tiempo, sintiendo:
-Sensación de tener mariposas en el estómago al ver o estar con alguien que te gusta.
Se miraron, completamente perdidos el uno en el otro. Dani sonrió, esa sonrisa amplia y genuina que hacía que sus ojitos de achinaran un poco, y Valentín supo, con certeza absoluta, que estaba completamente enamorado de todo lo que era Daniel.
-¿Cómo haces para ser tan perfecto? -susurró Valen, incapaz de resistirse a dejar un beso más, esta vez lento y profundo, mientras la noche terminaba de envolverlos-.
Y en ese momento, Dani pensó que no había lugar más seguro, más hermoso, que estar en los brazos de Valentín. Porque allí, con él, todo era perfecto. Siempre.