Esta historia inicia por la curiosidad que despierta una insignificante rosa blanca, la cual involucra el relato de Jacob Noriet sobre Sarah, su secreto y oscuro pasado el cual lo persigue, nuestro destino está en nuestras manos y nosotros decidimos...
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Al día siguiente contrate a la persona que mientras yo negocio, tirara a la víctima 147 por el rio para alimento de los peces y criaturas que habiten allí, que curioso el siclo de la vida ¿no?
Por la mañana partí a venderle los órganos a un socio de trabajo, identificándome como el hombre del saco blanco, color por el cual comienza esta aventura, no podía ir en un transporte público por el caso de mi maletas, rellenas de cosas que ningún ciudadano indiferente desearía ver, por lo cual voy en mi propio transporte, luego de un par de horas llegamos a el dichoso lugar, este no podía ser muy llamativo así que era una casa de un pueblo lejano llamado "Okazja", como punto de reunión.
Baje del automóvil, me adentre hacia el punto de encuentro, me senté con total normalidad y firmeza a esperar, a que mi socio llegase en hora oportuna.
Luego de unos quince minutos aproximadamente, llego, nos dimos la mano y comenzamos a dialogar un poco:
-Victima nº 147 ¿verdad?-
-Sí y ya tengo la 148-
-Astuto-
-Lose-
-¿Conocía a 147?-
-Si-
-¿Era como la 1?-
-Nadie se compara a 1 y por favor llámela Sarah-
-Sarah, lindo nombre-
-Sí, pero aún más lindo era quien lo portaba-
-Me imagino, ¿Lo tiene?-
-Primero el dinero-
-Claro- Dijo para abrirme un maletín repleto del verde papel monetario.
-Esta todo dentro- Exclame para intercambiar valijas
-Es buen dinero blanco-
-No lo es mi querido amigo, este dinero está manchado con sangre inocente-
-No me va a decir que le disgusta- Paro para llevarse un enorme habano a la boca.
-Nunca dije que me disgustase solo que es sucio, recuerde llevárselo a hospital de mi parte con mi nombre, y si preguntan- Le di dinero -Sabes que hacer-
-Por supuesto-
-¿Nos vemos luego?-
-Cuando consiga a 148-
-Quédese tranquilo que está en mis manos- dije para levantarme y estrechar su fría mano.
-Saludos a su mujer de mi parte- dije
-No puedo decir lo mismo-
-Muy cierto, Adiós- Me retire con el dinero en mis manos, para irme a casa y aclarar las cosas...
