07|El salto

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Reese

Cuando ya me he preparado comienzo a correr, siguiendo exactamente los mismos pasos que la chica de la academia había utilizado. Levanto mis brazos para tomar impulso, doblo ligeramente mis piernas para dar un salto mayor y cierro los ojos.

Había dejado de haber suelo bajo mis pies.

Ahí me doy cuenta de lo mala idea que ha sido esto, y empiezo a replantearme no volver a abrir la boca nunca más, porque quiero llegar hoy a mi casa con mis huesos en su sitio. Bueno, quiero llegar a casa directamente.

Solo me queda confiar en Jake, en que no me va a soltar, en que de verdad le caigo bien y en que, si me coge, después de esto (y vomitar) le voy a abrazar por salvarme la vida.

Esto no me estaba haciendo mucha ilusión.

Comienzo a pensar en lo bonito que me había pasado en la vida. En mis hermanos y en mis padres, que irían a verme al hospital, del cual seguro que les expulsarían por hacer ruido. Pienso en mi nueva amiga Brittany, y en lo que le dejaría de herencia. Y en Jake, al cual no sé si agradezco por haber aceptado este arrebato de locura que había tenido o si odio por lo mismo.

—Extiende los brazos para mantener el equilibrio —indica mi compañero.

Había estado tan absorta en mis propios pensamientos de muerte y hospitalización que no me había dado cuenta de que ya tenía sus manos en mi cuerpo.

Le obedezco, y abro los ojos.

La calle se extendía a mi alrededor, pero en vez de estar dónde solía estar, se abría bajo mi rostro. Una ráfaga de aire otoñal mueve mi pelo, y hace que me sienta como en una película.

Una risa brota de lo más recóndito de mi garganta hasta la punta de mi lengua.

La adrenalina que había sentido antes y que se había esfumado hace poco, ha vuelto. Y de un momento a otro, dejé de sentir nada. Ni a Jake, ni sus brazos, ni mi nerviosismo.

El mundo había desaparecido, éramos yo y una extensa variedad de sensaciones. Un cosquilleo en el estómago, un temblor de piernas y un regusto agridulce en la boca.

Pero todo acaba.

Jake me deja caer, haciendo que todo se desestabilice y dejándome en sus brazos. Me sujeta cómo si fuera un bebé.

No puedo apartar la sonrisa de mi rostro. Había sido una experiencia increíble. Me siento como una niña pequeña que acaba de probar un dulce por primera vez.

Pero no creo ni que los caramelos tengan el efecto de ver el mundo desde otra perspectiva.

—¿Qué tal? —pregunta el chico, aún con sus brazos bajo mis rodillas y en mi espalda.

—¿Podemos hacerlo otra vez? —le pido con los brazos rodeando su cuello, como si fuera una niña pequeña.

—El trato era que solo una vez —me recuerda bajándome al suelo otra vez y sonriendo.

—Vale —recuerdo, un poco decepcionada.

No me había fijado que había gente mirándonos. Al pasar la vista por sus caras me doy cuenta de que son los bailarines de la academia.

—Tienes mucha fuerza, chico. Y muy buena postura —se acerca el hombre que les guiaba dentro, y felicita a Jake.

—Gracias, señor —le sonríe.

—Deberías venir a alguna clase y ver si te gusta. Eres idóneo —le recomienda.

El ambiente se torna un poco tenso, pero solo yo me doy cuenta.

Bailar bajo el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora