Pasión

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A pesar del incidente de Palermo él se sentía el hombre más poderoso al ver cómo ese oro se convertía en pepitas, como él lo había ingeniado durante mucho tiempo, viendo como su esfuerzo, sus horas sin dormir y el estrés que le causaba planear todo le resultaba tan brillante ante sus ojos, agradeciendo por estar con Andrés juntos, pues fueron quienes dieron el primer paso para que se escribiera esa historia con pasión y entrega absoluta como lo denominaban ellos "el lenguaje del arte" y estar vivo, verse el rostro destrozado por esos vidrios y el dolor por un momento pensó en que moriría.

Todo marchaba bien, la policía estuvo tranquila este día, aún no llegaba la acción de ellos de tal forma que hubo tiempo para trabajar tranquilamente y acelerar la fundición. Llegaba la noche, Palermo y Nairobi subían al vestíbulo para ir a descansar, dejando a cargo la fundición a Bogotá y Denver. Eran las 10 de la noche así que su próximo turno iniciaría alrededor de las 3 am. Para cuidar a los rehenes en este turno, quedaban Estocolmo y Helsinki mientras Tokio descansaba. Por parte de Berlín, cada 2 horas pasaría revista de cada lugar para verificar que todo estuviera bien, apoyando donde hiciese falta.

Palermo iba con Nairobi en el elevador y bromeando le dijo:

-¿Qué tal esta maravilla que estamos haciendo? Salió de mi cabecita cómo lo ves, eh?- con una ceja en alto, señalando su cabeza

- Si señor egocéntrico, ya lo sé, lo has repetido como 50 mil veces en clase y por supuesto ahora, ni estando medio herido dejas de ser así- dijo en un tono molesto y de cansancio.

- Daaale, perdoná, pero aún es como si fuera un sueño-dándole palmaditas en la espalda- así me falte la mitad de mi cuerpo, soy feliz al presenciar esto.

- Lo sé, me siento igual-asintiendo con la cabeza, mientras se abría la puerta del ascensor-Y... ¿Te vas a quedar en el vestíbulo o vas a la biblioteca?- mientras caminaban para subir la escalera.

- No, iré a ver a mi querido jefe- sonriendo y arreglando un poco su mono rojo.

- Vaya... con que vas a pasar unas horitas bastante acaloradas... ¿No estás cansado estando allá todo el rato, a mil grados y estando así?

-No te lo voy a negar, pero quiero más motivación, además que me consientan- haciendo el comentario con cierta mirada de lujuria.

- Bueno amigo, ándate a ver, yo me iré a dormir que si estoy bien muerta y no hay nadie que me motive.- pasándose las manos en los ojos, para evitar caer de sueño.

- Ay ya tú, sobre todo no hay quien te motive- lanzando una carcajada y recibiendo una mirada dudosa de Nairobi- lo que pasa es que ahorita ese quién está trabajando- moviendo la cabeza de lado refiriéndose a Bogotá.

- Gilipollas, no pasa nada- con un voz tierna y temblorosa.

- Ay Nairobi, no soy tonto, los he visto, pero tranquila, él es un buen tipo, es mi amigo- tomándola del hombro como signo de confianza.-Y si no, me avisas y con Berlín lo cagamos a trompadas- riéndose.

- Bobos, más bien ve... que veo a alguien por esa escalera mirándonos- señalando hacia arriba y sonriendo.-Yo iré a comer algo, nos vemos más tarde.

- Perfecto, descansa -volteándose y subiendo por esas escaleras cubiertas por un alfombra elegante , viendo como los rehenes dormían en sus bolsas.

Al llegar, no vio a nadie, pero percibió el aroma del perfume de Andrés, sabía que estaba por allí, así que se dirigió a la oficina del Gobernador, pues la había tomado como centro de mando, sin antes pasar por el baño y arreglarse un poco, el dolor había bajado gracias a los analgésicos, Helsinki lo revisó hoy y ya veía mejor por su ojo izquierdo que les estaba preocupando, sin embargo permanecía con el parche. Se aplicó colonia que llevaba en un tarrito pequeño en uno de sus bolsillos, limpió los rastros de suciedad en su rostro causado por el sudor, como también sus heridas que ya estaban sanando, al menos ahora no salía sangre como durante el día. En verdad necesitaba a Andrés para subir su ánimo. Martín era una persona muy egocéntrica y verse ante la debilidad de ser vulnerado le enfurecía, no lo aceptaba pero se había vuelto realidad y lo tenía que aceptar como fuese, intentando no matar al idiota de Gandía que bien estaba amarrado como un perro en ese vestíbulo

Soulmates (Martín and Andrés)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora