Nuestra historia

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Martín iba por el pasillo que estaba lleno de balas por el enfrentamiento, mirando a los lados expresando en su cara extrañeza, cómo se le había perdido tan rápido, pues Andrés se había escondido detrás de una puerta para sorprenderlo. Así que caminó hacia una de las oficinas del piso y un jalón lo entró a una de las salas.

- Por fin te tengo- susurró Andrés empujándolo a la pared y besándolo intensamente dirigiendo su manos a su rostro. Martín fuera de combate tomó la cintura de Andrés fuerte para que no se separa ni un segundo. Jugueteando con sus lenguas a un ritmo constante, iniciando sus jadeos bajos, este beso era de reconciliación, de liberación de la adrenalina que habían sentido y de orgullo por tenerse.

- Soy tuyo - le dijo en su boca, mientras sus manos iban a rozar las de el poniéndolas a los lados para aprensar sus dedos.

- ¿Queres, eh?- le dijo Palermo jadeante, mientras sus cinturas se ponían en contacto con un pequeño bulto creciente allí.

-Esta noche, verás tu premio- deteniéndose y bajando la potencia.

-¿Con qué me sorprenderás?- susurró, dándole un beso casto y acomodando su mono.

Salieron de allí como si no hubiese pasado nada.

-¿Qué te pareció mi intervención?- le dijo Palermo, caminando para bajar a visitar a los rehenes.

- Maravillosa, eres el hombre más inteligente, creo que hasta los policías quedaron parapléjicos con esas palabras-dijo riéndose.

-Aunque tú no te quedas atrás, eres lo más de valiente sin dudarlo- ellos solían reconocerse así, no les dolía admirar sus capacidades, por el contrario, les hacía elevar su ego y sentirse seguros.

Cuando llegaron notaron que los rehenes ya estaban despiertos y perdidos con sus miradas de debilidad.

-Bien, compañeros, tranquilos, esto fue causado por la misma policía, los han dormido y hemos tenido que detenerlos, no os preocupéis, ellos están bien, en unas horas se hará lo que os he prometido, saldrán algunos de ustedes-dijo Berlín en un tono de voz alto para que les llegara el mensaje en medio de sus caras trastornadas. -Ahora, guarden la calma y dejen que se les pase el efecto-

Se reunieron con Estocolmo y Tokio

-Tenemos que estar atentos con lo que logre el Profesor, esperemos se pueda hacer el intercambio ya le envié el video- les dijo Palermo.

-Gracias chicos, en verdad-respondió Tokio conmocionada.

-¿Cómo va el oro?- dijo Estocolmo.

-Bien ya vamos 20 toneladas, hay que seguir resistiendo, tranquila ya verás a tu niño, si quieres ve a donde Denver y llévale un sándwich que está que se come así mismo- le respondió Palermo siendo cortés, ella le caía bien y le daba ternura hablar de su pequeño, detrás de esa faceta un poco retorcida, él apreciaba la figura de ser padre y de darle dedicación a un niño.

- Ve Berlín y estás pendiente del radio, no me confío teniendo a esos patanes aquí- dijo con un tono de ironía.

Los dos se fueron y se quedó con Tokio.

- Y vos.. ¿Qué me cuentas, es cierto que me odias?- mirándola con la ceja arriba.

- Ay, cariño, es que algo no me cuadra en ti, tu misoginia me repulsa asco- eludiendo la mirada.

-¿Qué puedo hacer para que me tengas confianza?-

- No lo sé, vamos pocos meses conociéndonos algo pasará- alejándose.

- Son tan difíciles ustedes, ni dejan hablarse- poniéndose a jugar con el arma, mirando a Manila, que era la chica infiltrada en los rehenes, haciéndole una venía con su cabeza en señal de que todo iba bien.

Soulmates (Martín and Andrés)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora