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Marzo, 1979.

Ambos iban absortos en sus pensamientos. Xiao Zhen avanzaba rápido y algo acelerado para llegar pronto a su casa, mientras que Tian se distraía con un caracol que se deslizaba por la vereda. Se quedó observándolo avanzar hasta que oyó una puerta abrirse y cerrarse a lo lejos. El caracol había llegado al césped cuando la puerta volvió a abrirse y Xiao Zhen se asomó por la entrada.

La casa estaba vacía.

La puerta fue cerrada de inmediato tras ingresar. Las llaves giraron una vez en el cerrojo, luego una segunda vuelta. Entonces, se miraron.

—¿Tu señor padre? —quiso asegurarse Liú Tian.

—No está.

—¿Y los guardias?

—Tampoco.

Eso le pareció sospechoso.

En múltiples oportunidades Xiao Zhen le había contado la relación tirante y fría que mantenía con su padre. Nunca se imaginó lo triste que podía ser hasta que notó los agujeros en el césped donde debían hacer guardia los subalternos del General Gautier. Pero, en ese momento, no había nadie. Aquello denotaba una obvia carencia afectiva producto del simple desinterés o...

Podría ser una trampa.

Porque ¿y si eso era justamente lo que quería el General Gautier, que alguien de la oposición se le acercase a su hijo para utilizarlo como pieza de ajedrez en ese enorme tablero político?

No pudo pensar mucho más en eso porque Xiao Zhen le había tocado la mano. Algo desconcertado, bajó la mirada. Sus dedos se enlazaban con los de Xiao Zhen, que eran algo más gruesos que los suyos. El propio Liú Tian tenía algunas durezas en sus dedos por sostener demasiadas horas un pincel. Pero las manos de Xiao Zhen eran suaves a excepción de los nudillos.

Liú Tian dio un paso para acortar la distancia entre ambos, luego dejó en el suelo las dos bolsas que había pasado a buscar a su residencia antes de encontrarse con Xiao Zhen. La garganta de Zhen subió y bajó al tragar saliva. Eso le sacó una sonrisa a Liú Tian. Sus labios tocaron la mejilla del chico al acercársele todavía más.

—¿Nervioso, Carlitos? —susurró contra su piel.

Sus chaquetas ahora se rozaban de lo cerca que estaban.

—No.

—¿No? —cuestionó tocando la comisura de los labios de Xiao Zhen con su boca—. ¿Estás seguro?

A Tian le encantaba poner tímido a Xiao Zhen.

Pero me gusta todavía más cuando no lo es, pensó al sentir que Xiao Zhen metía las manos bajo su camiseta holgada. El contacto de aquellos nudillos ásperos contra la piel de su estómago hizo que sus rodillas flaquearan. Se afirmó de sus hombros con una risa algo jadeante.

—No conocía este lado de ti, Carlitos.

Era una completa ironía que Liú Tian fuese el descarado de la relación, porque no fue su responsabilidad el primer beso que compartieron, ni tampoco este. Mientras acomodaba un mechón de su cabello detrás de su propia oreja, Xiao Zhen acortó la distancia entre ambos. Su boca cálida buscó la suya. El corazón de Liú Tian se aceleró y acomodó los brazos para rodearle el cuello, tan apegado al otro cuerpo que podía sentir el cinturón del chico contra su abdomen.

Sus lenguas se encontraron, ambos todavía con los ojos entreabiertos, sus párpados solo algo caídos. Tian jadeó contra la boca de Xiao Zhen, besándolo con tanta necesidad que sus dientes se toparon en más de una oportunidad.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora