1: 53

24.7K 4.7K 1.5K
                                    

53

Mayo, 1979.

En una rutina que parecía no tener fin y propósito, ella se encontraba esperándolo sentada en la misma banca en la que se reunían cada viernes a la hora de almuerzo. Su largo cabello negro estaba apartado de su rostro con una cinta blanca y un lindo nudo en la cabeza. Permanecía con las manos cruzadas sobre el regazo y el bolso de cuero descansando a su lado.

Se movió con inquietud hacia ella. Al llegar a su lado, se inclinó y dio un beso rápido y casto en la mejilla. Emma se sonrojó, pero no le pidió más, nunca le pedía más y eso era lo que a Liú Tian más le gustaba de ella.

Y es que Liú Tian no era un idiota, si había escogido a Emma como novia, era por la sortija de plata que protegía su dedo anular: era su promesa de castidad ante el Señor que hizo a los dieciséis años. Ahora esa misma sortija brillaba al mover las manos para sacar algo del bolso y entregárselo a Liú Tian. Era un contenedor de plástico que Liú Tian sabría tendría un almuerzo, porque Emma siempre hacía su comida para poder almorzar tranquilos y apartados del resto de los estudiantes.

Emma es preciosa, pensó al abrir el pote y encontrar unas salchichas con forma de calamar. Y él, simplemente, iba a romperle el corazón, porque no podía continuar con esa mentira que en algún momento se había vuelto su realidad.

Dejando a un lado el almuerzo intacto, sujetó sus manos y jugó con ese anillo de castidad que lo motivó a besarla hace año y medio. Las bonitas cejas de Emma se fruncieron en preocupación.

—¿Tian, estás bien...?

Negó con suavidad y lo dije.

—Lo siento, Emma, pero tenemos que terminar.

—Lo siento, Emma, pero tenemos que terminar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora