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Enero, 1979.

Liú Tian se encontraba recostado en la cama con un brazo sobre el rostro para ocultar sus ojos, que estaban hinchados y enrojecidos al igual que la punta de su nariz. Cada ciertos segundos su pecho subía de forma inestable y luego bajaba con ese mismo temblor. Xiao Zhen, ubicado en el centro de la cama con la pierna de Liú Tian sobre sus muslos, lo observaba con cuidado mientras sostenía una bolsa con hielo sobre el tobillo inflamado del chico.

—Liú Tian, no llores más, por favor.

El brazo cayó a un costado de la cama y Liú Tian dobló el cuello para mirarlo, una diminuta y débil sonrisa en sus labios también irritados.

—No estoy llorando —respondió con voz suave.

—Estás temblando.

Liú Tian se estiró para agarrar un poco de papel higiénico de su mesita de noche y secarse otra lágrima rebelde que corría por el costado de su ojo izquierdo. Pestañeó con rapidez y otro par le siguió.

—Liú Tian...

—Estoy bien —lo cortó—. En serio estoy bien, Xiao Zhen. No he estado así de bien en años.

La expresión de Xiao Zhen seguía siendo preocupada.

—Pero sigues llorando.

—De emoción —aceptó moviéndose hasta tomar asiento con las manos posicionadas detrás para sostenerse—. Solo de emoción. Llevo una vida entera escuchando que soy un monstruo y luego tú solo... dices eso.

Apartó nuevamente el hielo del tobillo hinchado y agarró las vendas que había sacado de su bolso, que portaba desde la última clase práctica que tuvo. Con precaución, deslizó la tela por alrededor de la piel. Tiraba y soltaba de acuerdo a la vuelta que daba.

—Para mí sigues siendo el mismo Liú Tian —musitó Xiao Zhen alzándose un tanto de hombros para restarle importancia.

Liú Tian se quedó unos segundos en silencio, podía sentir su atención sobre él.

—Eres la primera persona que lo sabe.

Comenzó a desatar la venda al notar que la había dejado muy apretada.

—Pero, gege, ¿sabes que por eso podrías morir? —La mirada de Liú Tian bajó—. ¿Por qué me lo dijiste de igual forma?

Ahora era Liú Tian quien se encogía de hombros.

—Porque es lo que soy y si voy a morir por algo, que sea por ser lo que soy.

—Liú Tian...

—Y además tenía la esperanza de que me correspondieras.

Gege...

—Lo sé, lo sé —lo interrumpió Liú Tian—. Sé que no es así, lo sé.

Un silencio solo un tanto incómodo cayó entre ambos. Xiao Zhen reanudó el vendaje del tobillo. Como todavía le faltaba practica, no lograba darle la tensión precisa a la tela para que cumpliese su función sin estrangular de paso el torrente sanguíneo.

—Liú Tian.

—¿Sí?

—Tú...

—Puedes decirlo, Xiao Zhen.

Lo comprobó por el rabillo del ojo.

—¿Cuándo te diste cuenta de eso?

Liú Tian, que se había estirado para agarrar el cup noodle que Xiao Zhen le había preparado mientras intentaba dejar de llorar, se quedó desconcertado unos instantes. Llevándose un poco de fideos a la boca, al fin respondió.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora