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Enero, 1979.

Se despertó sintiéndose en una nube esponjosa de irrealidad, con la cabeza ligera y los huesos líquidos en el cuerpo. Se encontraba en lo que parecía un cuarto de hospital, que tenía seis camillas contando la suya. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Lo último que Liú Tian recordaba era el golpe en la cabeza, luego imágenes borrosas de alguien ayudándolo mientras lo subían a una camioneta.

Pero, además de aquello, también recordaba ese terror denso y pesado que sabía a acre en su boca.

Era el miedo a la muerte.

A desaparecer.

General Gautier, rememoró.

Se le encogió el corazón.

Al intentar enderezarse en la camilla, movió al muchacho que se encontraba recostado a un costado. Liú Tian definitivamente debía estar soñando (o con posibilidad muerto), porque era imposible que fuese Xiao Zhen el chico que alzó el mentón con las mantas grabadas en la mejilla y los ojos irritados.

—¿Estoy en el cielo? Porque veo ángeles —bromeó Liú Tian con la boca reseca y los labios agrietados. Llevó las manos a su propio pecho para palparse. Se sentía muy real y tibio—. ¿Qué tan fuerte me pegaron en la cabeza? Porque esto parece una alucinación.

Gege —susurró Xiao Zhen, su expresión volviéndose triste.

Con horror, Tian notó que parecía a punto de llorar.

—Xiao Zhen, no estés triste. No he muerto todavía.

—No bromees con eso.

Liú Tian lo ignoró al palpar un vendaje que le rodeaba la mitad de la cabeza, los mechones de su cabello colándose entre la tela.

—Dime, por favor, que no me veo tan terrible.

—Te ves terrible, gege.

Cerró los ojos con dramatismo.

—Así nunca te conquistaré, Xiao Zhen.

Su risa tímida fue todo el premio que Liú Tian necesitó.

—No digas esas cosas.

—¿Por qué no? Tengo una conmoción cerebral, puedo decir lo que quiero.

—Solo fue una herida.

—¿Y me pusieron puntos?

—Seis.

Liú Tian se ahogó con su saliva.

—¿Solo seis? —se burló.

—Sí —contestó sin entender.

—Vaya, me superé a mí mismo. —Se lamió los labios resecos que se agrietaron al sonreír—. La mala suerte me sigue. Si tan solo un príncipe encantador me besara para romper la maldición...

Los dedos de Xiao Zhen se aferraron a su brazo, Tian intentó tomarle la mano fallando como todo en su vida.

—Tian, alguien podría oír, ¿por qué eres tan descuidado con tu vida?

—Le pides precaución a alguien que literal está en una camilla porque le abrieron la cabeza de un golpe... si tan solo recibiese un besito para el dolor.

Xiao Zhen dio una inspiración corta para armarse de paciencia.

Gege, alguien podría oírte.

Tian apuntó a su alrededor.

—Estamos solos. Además, si alguien me escucha, siempre podré echarle la culpa a los analgésicos y a mi conmoción cerebral.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora