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Diciembre, 1978.

Xiao Zhen se encontraba esperando a las cinco de la tarde a Luan en la entrada de la universidad. Con las manos en los bolsillos y moviendo las rodillas para entrar en calor, el aire se arremolinó frente su rostro al dar una inspiración profunda. Una vez estuvo a su lado, lo saludó sacando una de sus manos del abrigo.

—Hola...

Pero Luan pasó de largo sin prestarle atención. Impactado, se quedó unos segundos sin moverse hasta que el chico se detuvo y le refunfuñó por encima del hombro.

—¿Qué estas esperando: que te lleve de la mano como en el jardín de infancia?

Y dando un bufido, siguió en su caminar sin comprobar si Xiao Zhen lo seguía o no. Meditó medio segundo en irse, ¿por qué siquiera le estaba haciendo caso? Luego recordó su habitación vacía y trotó para alcanzarlo.

En un silencio que solo era interrumpido por el ruido de la calle transitada, ambos cambiaron con un rumbo definido por el más bajito de los dos. Un tanto nervioso y no llevando demasiado bien ese tipo de situaciones, comenzó a hablar sin pensar en lo que realmente iba a decir.

—¿Así que estarán tus amigos?

—Lo cual ya especifiqué.

—Solo buscaba conversación.

Luan resopló como respuesta. Un resoplido, tal cual caballo enojado. Continuaron caminando, Xiao Zhen cuestionándose otra vez por qué siquiera había aceptado salir con alguien como Luan.

—¿Y estará tu amigo?

—¿Qué amigo? Yo no tengo amigos.

—Liú Tian —especificó Xiao Zhen—. ¿No es tu amigo?

—Ah, ese sujeto. —Se encogió de hombros—. Sí, es mi amigo. ¿Y tú de qué lo conoces?

—Él me pidió el cuaderno para ti.

—Ah, sí es cierto.

Silencio.

Xiao Zhen se rascó el cuello.

—¿Estará? —insistió.

—Es mi mejor amigo, claro que estará.

Por un instante se preguntó cómo dos personas tan opuestas podían ser mejores amigos. Tal vez ni siquiera lo fuesen y Luan tenía una especie de...

Se frenó en seco, de pronto su corazón acelerando tanto que lo sentía en la garganta. ¿Y si esto era una trampa? Observó con rapidez la calle transitada y a los peatones que caminaban entre ellos, el corazón doliéndole ante la idea de que Luan fuese uno de esos opositores. Solo el mes pasado habían secuestrado al hijo de militar para llegar a un acuerdo, y Xiao Zhen era precisamente eso: hijo de un militar. Y no de cualquier militar.

Luan se giró a observarlo con las cejas arriba al notar que se había quedado atrás.

—¿Qué te pasa ahora?

—Que yo obviamente no te simpatizo.

Luan asintió.

—Sí, ¿y?

—¿Por qué entonces quería que viniera?

—Te dije que no quería deberte un favor.

—Pero...

El chico lo detuvo alzando una mano. Apuntó un edificio que se encontraba a unos metros desde el cual provenía una canción que se colaba hasta la calle.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora