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Honduras.

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El dominicano se encontraba en el patio del hogar del de tez verde, bebiendo un poco de limonada. De momento se sentía bastante tranquilo, aunque algo solo, puesto que el cubano se encontraba en el interior del hogar hablando con otros amigos, mientras que Panamá ríe con el dueño de la casa en el mismo patio.

──Anda, Jamaica~ O qué, ¿Acaso prefieres a República Dominicana?──el panameño curvó sus cejas con una sonrisa divertida, acariciando el pecho del más alto. Jamaica frunció su ceño, dando así una expresión de asco. Miró de reojo al de tres colores, quien había escuchado las palabras de su novio.

──Claro que no. Es asqueroso y repugnante, mira lo gordo que está. Que horror.──Jamaica miró de pies a cabeza al dominicano, con mucho asco y descaro, para luero dirigirse nuevamente al panameño.

República Dominicana abrió sus ojos en grande, estos no tardaron en llenarse de lágrimas. Dejó la limonada en una pequeña mesa que estaba en el jardín, adentrandose al hogar. Intentaba que sus lágrimas no salieran, pero era algo inútil.

Ese comentario le había dolido mucho.

Se sentó en un sofá largo que se encontraba en la sala principal, sorbando su nariz. En esos momentos se sentía alguien asqueroso. Intentó cubrir sus piernas sin que esto sea posible. ¿Cómo se le había ocurrido ponerse esa ropa? Seguro ya todos se murmuraban con desagrado el como muestra tanta piel sin importarle sus lonjas.

Pues si le importaban.

Cuba llegó riendo a la sala en la que estaba el dominicano, sorprendiendose al verlo en esas condiciones.──Mi amor, ¿Estás bien?──se sentó a su lado, preocupado. República Dominicana limpió sus lágrimas rápidamente, sonriendo amplió.──Oh, ¡Si! Estoy muy bien, ¿Y tú?──intentó fingir que todo estaba bien, pero Cuba no se tragó esa historia.

──Dime qué te sucede, República Dominica.──tomó las manos de este entre las suyas, entregándole confianza. El dominicano negó con su cabeza, suspirando.──Enserio, Cuba. No me pasa nada.

El cubano lo miró unos momentos, para luego asentir con su cabeza.──Está bien, cariño. Estaré afuera si me necesitas, ¿Si?──le sonrió con dulzura. El dominicano asintió con una leve sonrisa, recibiendo un beso en su cabeza. Cuba se levantó y se dirigió al jardín.

República Dominicana no pudo evitar sentirse mal otra vez, dejando salir las lágrimas nuevamente. No iba a contarle su problema al cubano, no quiere que este deje de pasarla bien y pierda tiempo con él. No tiene por qué escuchar sus mínimos e insignificantes problemas.

De todas maneras, últimamente se sentía muy apartado de Cuba. Este pasaba demasiado tiempo detrás del panameño, ya olvidó la última vez que cocinaron juntos.

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