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27 | Capítulo veintisiete.

27 | Capítulo veintisiete

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VALEN

-¿Qué onda, rey? -pregunté abrazándolo por los hombros-. ¿Todo bien?

Dani, que estaba sentado de espaldas a mí, giró un poco la cabeza y me miró con una sonrisa tímida antes de volver a su posición original. Sin embargo, en lugar de alejarse, se recostó contra mí, como si necesitara ese contacto.

-Se me murió mi gatito… -dijo con un puchero, mientras jugaba distraídamente con los dedos de su mano-.

Sentí su tristeza como si fuera mía. Sin pensarlo, le di un beso en la mejilla y me senté a su lado, apoyando la mano en su pierna en un gesto reconfortante.

-Ay, bebito… -murmuré-. Pensá en el lado positivo.

Dani levantó la mirada, con los ojos brillando un poco más de lo normal.

-¿Cuál?

-Te ahorrás la pelea de gatos en el techo.

Su sonrisa fue instantánea, como si por un momento la tristeza se disipara. Aunque yo no podía dejar de pensar en el comentario estúpido que le dije.

-Sos un tonto.

-Pero te hice reír -dije con satisfacción, chasqueando los dedos-.

Dani negó con la cabeza, pero su sonrisa seguía ahí.

-Igual lo extraño… A lo mejor es una boludez porque es una mascota, pero… -se detuvo y frunció los labios en un puchero, sin terminar la frase-.

Negué suavemente y con la punta de mis dedos acaricié su mejilla.

-Nada de lo que te pasa es una boludez, amor.

El silencio se instaló entre nosotros.

Amor…

¿Le dije amor?

La realidad me cayó encima como una ola gigante. Quise pegarme quinientas cachetadas, chocarme contra una pared, desaparecer en el acto. Pero antes de que mi cerebro terminara de colapsar, vi algo que me desarmó por completo.

Dani sonrió.

Y esa sonrisa te calma todo.

No solo no se burló, ni me golpeó, ni hizo un comentario ingenioso. No. Solo sonrió con suavidad, y luego, como si fuera lo más natural del mundo, se acomodó un poco más en mi mano, apoyando su rostro contra mi palma. Su mano acarició mi muñeca en un gesto tan tierno que sentí que mi pecho se apretaba.

-Perdón… -susurré, casi sin aire-.

-¿Por?

-El apodo. Me re fui.

Dani rió bajito, como si no pudiera creer mi nerviosismo.

-Valen, nos conocemos.

-Dani, estoy en mi momento vergonzoso y tierno del día, no quiero chamuyarte ahora.

-Perdón, bebé -dijo con tono burlón, pero con una dulzura evidente-. Voy a tener que acostumbrarme, imaginate que cuando vivamos juntos siga sin entender tus distintas facetas -abrió los ojos con exageración-. No, no, no. Sería inaceptable.

"Vivamos juntos."

Quiero.

Mi mente se quedó en blanco por unos segundos. Vivamos juntos. Lo dijo sin dudar, como si fuera algo inevitable, algo que ya estaba escrito.

-¿Ya te dije que hablás muy rápido?

-Sí. También me dijiste que soy el amor de tu vida y que soy muy lindo -pestañeó repetidas veces, con esa expresión entre juguetona y encantadora que me tenía en la palma de su mano-.

-¿Yo dije eso? -pregunté, arqueando una ceja-.

Dani asintió con total seguridad.

-Wow, no sabía que decía la verdad. Y yo que me tenía como un mentiroso.

-Mientras no me mientas a mí, joya -respondió con tranquilidad, antes de acomodarse mirando hacia el frente-.

Yo me quedé mirándolo, sintiendo un nudo extraño en el pecho.

Esto era distinto a joder por redes.

Una cosa era sonreírle al teléfono, dar vueltas en la cama mientras releía sus tweets o mensajes, pelearme con mi almohada porque un simple “buenas noches, besho” me dejaba con una sonrisa de idiota. Otra completamente distinta era tenerlo conmigo, sentir el calor de su cuerpo apoyado en el mío, mirarlo tan de cerca que podía contarle las pestañas.

¿Me gustaba Dani?

Nunca me lo había preguntado.

Nunca vi necesario cuestionármelo, porque siempre nos habíamos tratado como si fuéramos pareja. Como si lo que teníamos estuviera implícito, aunque jamás lo dijéramos en voz alta.

Pero… ¿y él?

¿Dani sentirá las mismas mariposas que yo?

El pensamiento me golpeó con tanta fuerza que mi cuerpo empezó a temblar sin que pudiera evitarlo.

Lo imaginé mirándome con seriedad, diciéndome que había confundido las cosas. Lo imaginé alejándose. Lo imaginé entrando a Twitter y no encontrando más sus tweets. Entrando a WhatsApp y no viendo su mensaje de “Hola besho, ¿cómo amaneciste? Hermoso, seguro”, aunque fueran las cinco de la tarde.

El nudo en mi garganta se apretó más.

-¿Qué pasó?

La voz de Dani me sacó de golpe de mis pensamientos. Me miraba con el ceño levemente fruncido, una preocupación genuina reflejada en sus ojos.

-Nada, ¿por?

-Acabo de decir “Picadura de la cobra gay” y no me la seguiste.

Sonreí de lado, pero no con la misma energía de siempre.

-Estaba pensando -dije distraído, bajando la mirada al piso-.

-¿En qué pensabas, Valu?

Su tono cambió. Ya no era solo curiosidad, sino algo más. Se giró de cuerpo completo hacia mí, apoyando un codo sobre el respaldo del sillón, sin apartar su mirada de la mía.

Y es que… ¿cómo no confundirme si me mira así, si me sonríe así, si me trata así?

Tragué saliva y, por primera vez en mucho tiempo, fui completamente honesto.

-En vos.

Dani se quedó en silencio.

Yo también.

Pero en ese silencio, en ese pequeño espacio de tiempo suspendido entre nosotros, supe que algo acababa de cambiar.

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