¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
DANI
-Te extrañamos, Valen -habló mi mamá con una sonrisa-.
Mi mamá, siempre tan directa.
-Yo también los extrañé -respondió él, con su típica sonrisa de siempre, esa que parecía iluminar todo el ambiente-.
Y, honestamente, creo que lo decía en serio.
Mis papás adoraban a Valen, y él se llevaba de maravilla con ellos. No era raro que se quedara a comer, a dormir o incluso a hablar con ellos como si fuera un hijo más de la familia.
-¿Tu mamá? ¿Cómo anda? -preguntó mi papá mientras le alcanzaba más comida-.
-Bien, bien -asintió Valen-. El otro día se acordó de ustedes porque vio una receta de empanadas y dijo que tenía que pasarles el video. También mandó saludos.
Mi mamá sonrió, y así fue como, sin darme cuenta, pasaron de hablar de su mamá a programas de televisión, a anécdotas de la infancia y quién sabe qué más.
Yo solo los miraba, con una sonrisa pequeña en los labios. Me gustaba ver a Valen ahí, encajando tan bien con mi familia. Me hacía sentir... cálido.
Y entonces, sin previo aviso, mi mamá soltó la bomba.
-¿Ya son novios?
Casi se me cae el tenedor.
Valen y yo nos miramos de golpe.
-¿Por qué lo decís, ma? -pregunté, con el corazón latiéndome en la garganta-.
-Ayer me descargué Twitter -dijo como si nada-. Y bueno, no dejan de tirarse palos.
Me atraganté con la comida.
Sentí las palmadas de Valen en mi espalda mientras intentaba no morirme.
-Dani se hace rogar -soltó Valen con una sonrisa divertida, haciendo que me ahogara todavía más-.
Le quería pegar.
Mi mamá negó con la cabeza, riéndose.
-Ay, hijo, ¿por qué? -dijo, mirándome con ternura-. Sabés que Valen es un buen chico, nosotros lo aceptamos.
Yo no sabía qué responder. Me quemaban las orejas, la cara, todo el cuerpo.
El tema de nosotros dos siempre había sido algo que flotaba en el aire, algo implícito que nunca terminábamos de decir en voz alta.
Pero ahora estaba ahí.
Frente a mi familia.
Con Valen mirándome con una sonrisa ladina, como si disfrutara verme así. Como si no tuviéramos una conversación pendiente sobre el tema.
No podía lidiar con esto.
-Voy al baño -solté, levantándome rápido de la mesa antes de que alguien pudiera decir algo más-.
Caminé hasta el baño y cerré la puerta, apoyando mis manos en el lavamanos y mirándome en el espejo.
Mi reflejo me devolvió la mirada, con los ojos brillantes y el pecho subiendo y bajando demasiado rápido.
¿Por qué me ponía tan nervioso el tema de tener algo con Valentín?
Hace minutos me había dicho que yo le gustaba. Y, de hecho, yo le iba a decir que él a mí.
Lo sentía en cada gesto suyo, en cada mirada, en cada roce. Pero el miedo estaba ahí, enredándose en mi garganta, en mi pecho, ¿Qué pasaba si salía mal? Si después de esto no era lo mismo.
Cerré los ojos y respiré hondo, intentando calmarme.
Fue ahí cuando escuché el sonido de la puerta abriéndose despacito.
No necesité mirar.
Sabía quién era.
El único que tenía permiso de entrar así, sin golpear.
Valen.
Sentí sus brazos envolverme con suavidad por detrás, atrayéndome a su cuerpo. El contacto me desarmó.
-¿Qué pasó, bebé? -preguntó en un susurro, con su voz baja y cálida-.
No respondí.
Solo me dejé llevar, recostándome un poquito contra su pecho, sintiendo su calor rodeándome entero. Su presencia me tranquilizaba.
Sentí cómo sus manos se deslizaron lentamente por mi cintura, dejando caricias suaves, tranquilizadoras.
Cerré los ojos. La respiración de Valen en mi cuello, sus dedos en mi piel, el silencio cómodo entre nosotros. todo se sentía demasiado bien.
Demasiado correcto.
-Nada, ¿por? -murmuré, aunque mi voz no sonó tan firme como quería-.
-Porque te levantaste de la mesa súper nervioso e incómodo -respondió, en el mismo tono bajo, con los labios peligrosamente cerca de mi oído-.
Mi piel se erizó.
-Te gusta que te mime, ¿no? -susurró con un tono entre divertido y tierno-.
No respondí.
Porque no sabía cómo decirle que sí. Porque me encantaba. Me encantaba cómo me hablaba, cómo me tocaba, cómo me miraba.
Me encantaba Valentín.
Y ya no podía seguir ocultándolo.
Abrí los labios y, con un susurro apenas audible, dejé salir lo que llevaba días, meses, quizás años guardando.
-A mí también me gustás, Valu.
No abrí los ojos.
No me animé a girarme para ver su reacción. Solo esperé.
Pero Valen no dijo nada, no con palabras.
En su lugar, apretó más el abrazo, escondiendo el rostro en mi cuello, dejándome un beso corto, suave, que me estremeció entero.
Y en ese momento, supe que todo había cambiado. Que no había vuelta atrás. Y que, con él, no me importaba.