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32 | Capítulo treinta y dos.

32 | Capítulo treinta y dos

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VALEN

Me puse rápido las zapatillas, agarré los auriculares y el teléfono.

-Me voy a la casa de Dani, ma.

-Bueno, hijo, mandale saludos.

-Bueno -respondí antes de salir, sintiendo una presión extraña en el pecho-.

Conecté los auriculares al celular y puse música. Necesitaba relajarme, aunque mi cabeza estaba en cualquier lado menos en eso.

Yo le estaba diciendo en serio que quería que estemos juntos. Que no era joda. Que no era un chiste más de los que nos tirábamos todo el tiempo. 

Pero, ¿Y si piensa que lo estoy jodiendo? Nah, si se re nota lo enamorado que me tiene. O al menos eso quiero creer.

El camino a su casa se me hizo eterno, como si cada paso fuera más pesado que el anterior. Me pasé todo el trayecto jugando con las mangas de mi buzo, intentando calmar los nervios, pero no había forma. Mis pensamientos eran un desastre. Y no había forma de describir lo intenso que me latía el corazón.

Lo amo. Lo amo y no sé en qué momento pasó, cuándo dejamos de ser solo dos amigos que se joden en redes para convertirnos en esto.

¿O siempre fue así?

No sé en qué momento mis mensajes dejaron de ser solo chistes, cuándo empezó a importarme más de la cuenta cada vez que se desconectaba sin responderme, cuándo empecé a necesitarlo como si fuera parte de mi vida.

Porque Dani no era solo alguien más. Dani era mi paz, era mi lugar seguro.

Y yo no sabía qué haría si, después de decirle esto, lo perdía.

Cuando llegué a su casa y me paré frente a la puerta, los nervios me atacaron con más fuerza, ¿Por qué estaba tan cagado?

Simple, era Dani.

Era la persona que mejor me conocía, la que siempre me había entendido sin que tuviera que explicarle nada.

Pero justo cuando levanté la mano para tocar el timbre, mi cuerpo se congeló.

¿Qué pasa si le incomoda? ¿Qué pasa si después de esto todo cambia?

No sé si soportaría perderlo.

Respiré hondo y, antes de que pudiera darme la vuelta para irme, la puerta se abrió de golpe.

-Dale, pasá -dijo Dani con una sonrisa enorme, agarrándome de la mano y tironeándome para adentro como si nada-.

Como si ya supiera que estaba ahí, dudando.

El simple contacto de su piel con la mía me sacudió entero.

-¿Cómo sabías...? -pregunté sorprendido, mientras él cerraba la puerta detrás de mí-.

Dani me miró con diversión, con esa sonrisa que me desarmaba entero.

-Valu, nos conocemos hace años.

No respondí, solo lo seguí mirando.

-Además, te vi por la ventana -agregó con una mini risita, encogiéndose de hombros-.

Solté una carcajada. Obvio que sí.

Me arrastró hasta su cuarto y, cuando llegamos, todavía estaba en shock. Me senté en la cama, mirando al suelo, sintiendo que el pecho me latía demasiado fuerte.

A ver, Valen, pensá. 

¿A qué mierda viniste? A decirle la verdad. A decirle que lo amo.

-Bueeeno... -dijo Dani moviendo sus piecitos, con esa sonrisa que hacía que todo en mí se derritiera-.

Tragué saliva y levanté la mirada.

No sé cómo lo hacía, pero tenía la capacidad de tranquilizarme con solo estar ahí.

El simple hecho de verlo, de sentirlo cerca, hacía que el mundo dejara de girar tan rápido.

-Me ponés nervioso -confesé en un susurro-

Dani soltó una risa suave.

-Dale, boludo. Te hacés el picante por redes y en persona sos todo lo contrario al final -me jodió, cruzándose de brazos-.

-Eso me dolió, eh -puse una mano en mi pecho, exagerando mi expresión de sufrimiento-.

Nos quedamos en silencio, mirándonos con una sonrisa. Ese tipo de silencios que no incomodan, que se sienten bien. Que parecen decir más que cualquier palabra.

Yo sabía que en algún punto tenía que soltarlo. No podía seguir guardándomelo. Y si no lo hacía ahora, probablemente nunca me animaría.

Respiré hondo, sintiendo cómo mi pecho se llenaba de aire y de valentía.

-¡Chicos, a comer! -gritó la mamá de Dani desde la cocina-.

Dani se levantó de la cama y, justo cuando iba a abrir la puerta, solté las palabras sin pensarlo.

-Dani, me gustás. Y mucho.

Él se giró dramáticamente, con los ojos bien abiertos.

Tomé aire y me obligué a seguir.

-Te lo digo en serio. Por eso jodo tanto con vos, por eso dejo que me piropees y te piropeo.

Dani volvió a sentarse frente a mí, mirándome fijamente, como si quisiera asegurarse de que no era una broma.

-¿No me estás boludeando? -preguntó con un mini puchero que me hizo sonreír-.

-Bebé, nunca te jodería con esto -susurré-.

Mi mano se movió sola hacia su mejilla, acariciándola con ternura, como si fuera lo más natural del mundo.

Él no se apartó. Al contrario, se inclinó más hacia mi mano.

Y yo sentí que me desmoronaba por dentro.

-Y te lo digo para que lo sepas y te informes -continué, sin apartar la mirada de la suya- que, mientras vos quieras, yo estoy dispuesto a tener una relación seria con vos.

Los ojitos de Dani brillaron y una sonrisa inmensa iluminó su rostro.

Yo no sabía qué respuesta esperaba, pero esa reacción hizo que todo valiera la pena.

Mi corazón latía como un tambor, esperando su respuesta.

Él solo me miraba, como si quisiera grabarse cada palabra que dije, como si estuviera procesándolo todo.

Y, de repente, se inclinó y escondió su rostro en mi cuello.

-Bobo... -susurró, y yo me quedé quieto, sintiendo su respiración contra mi piel-.

Su abrazo fue cálido, fue suave.

Fue perfecto. Así era todo con él.

-¡Se enfría la comida! -gritó mi futura suegra desde la cocina-.

Dani sonrió contra mi piel y me tomó de la mano.

-Vamos a comer, Valu -susurró, y yo asentí-.

Si él me pedía que me quedara, lo haría.

Si él quería intentarlo, yo estaba listo.

Porque lo único que quería en ese momento, y en todos los que vendrían después, era estar con él.

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