14-Nos conocimos por una razón, o eres una bendición o una lección

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Isabella

Me sentía sola. Totalmente sola. Podía percibir como un vacío en mi interior me consumía lentamente, casi tan lento como si quisiera burlarse de mí. ''Mira como acabo contigo, mira en lo que te has convertido, mira en lo que serás al final'' Parecía gritarlo en mi mente. Y lo peor era que, yo no podía hacer nada. Nada en mi mecanismo respondía, parecía como si estuviera muerta o suspendida en el aire, y sinceramente, a veces deseaba estarlo. Lo pedía en las noches cuando todos iban a dormir, cuando el silencio reinaba. Eran en esas horas cuando no me sentía culpable de pedir la muerte, porque nadie estaba a mi lado, y porque ya no me sentía una malagradecida después de todo. Pero después llegaba la luz del día, y con ellos las voces de mi familia, las personas que se encargaban de cuidarme todos los días, y las lágrimas de esperanza que recorrían sus rostros hasta caer al suelo todos los días.

En las noches, después de llorar internamente, también recordaba el transcurso de mi vida, y eso me hacía querer llorar aún más. Meredith me había dicho una vez que no valía la pena llorar siempre por la misma cosa, porque era como reír siempre del mismo chiste; a medida que te lo contaban o lo recordabas más veces, se hacía aburrido y típico. Pero eso para mí no funcionaba, en realidad, lo sentía como si estuviera escarbando en la misma herida y con el tiempo entendí que, hay cicatrices que nunca sanan, y que debes cargarlas contigo el resto de tu vida, porque ahora forman parte de ti y no puedes hacer nada para cambiarlo. El pasado es pasado, pero aunque no lo quieras, siempre será tú pasado y el de nadie más.

Ahora que el silencio reinaba en medio de la noche, recordé a todas esas personas que me habían amado, que habían estado conmigo en mis buenos momentos, que me habían prometido estar a mi lado en las buenas y las malas, y luego como se habían marchado, como se habían burlado de mí y como me habían dejado a la deriva sin importar lo que pasara. Amigos, amigas, familia, todos me habían dejado excepto los que me amaban de verdad.

Recordé el año que cursaba noveno grado, el año donde había entrado a una nueva escuela con Cole al norte de Londres. Había planeado olvidar todo, recrear una nueva Isabella y luchar por lo que quisiera, tal vez tener muchos amigos y un novio que me quisiera de verdad. Ese había sido el plan que le había contado a Meredith en su tumba. Hasta la fecha, podía recordar el olor a nuevo que provenía de mis recién llegados libros y libretas, el aroma caliente que provenía de la cafetería invitándonos a pasar y el olor a las fresas dulces que desprendía Cole al caminar. El ambiente era cálido, demasiado acogedor, y me sentía a gusto, una sensación que no había experimentado desde hacía mucho tiempo. 

El tiempo pasó, y Cole y yo hicimos nuevos amigos, los profesores parecían amarme y mis calificaciones podían merecer una beca en la universidad. Me sentía feliz, y aun me estremezco al recordar mi enorme sonrisa al entrar a las aulas de los salones. En los exámenes, todos querían sentarse a mi lado, pero siempre podía sentarse solo una persona ya que Cole ocupaba el otro sitio para copiarme y sacar buenas notas. Las chicas siempre nos invitaban a fiestas y éramos el primer tema de conversación. En ese entonces, estaba satisfecha y conforme, porque todos me querían, y porque pensaba que finalmente tenía amigos de verdad.

Entonces un día llegué, y nadie me hablaba, ni siquiera los profesores me dirigían la mirada. Parecía como si yo hubiera dejado de existir y la única persona que pudiera verme fuera Cole, que tampoco entendía lo que sucedía aquel día. Y no fue hasta llegar a mi casillero que entendí lo que sucedía: millones de carteles sobre la muerte de Meredith se ubicaban pegados en las paredes del colegio, algunos mencionaban mi nombre y otros decían que podría ser la culpable de todo aquello. Sumándole a eso, unos chicos del equipo de futbol habían inventado que me había liado con todos ellos en una sola noche. Ahora no solo era la chica que mafiosos perseguían, sino también una zorra barata fácil. Cabe decir que, los siguientes meses de fin de año no fueron fáciles, pues varios padres de familia insistieron en despojarme de aquella escuela, porque yo era un peligro para la sociedad, porque yo había estado involucrada en un crimen y podría ser la causante de otro. Al final lo lograron, y yo me quede sola, sin los amigos que alguna vez me rodearon, o las emocionantes platicas de fiestas a las que me invitaban. Solo me quede sola. Vacía. Sin nada.

Just can't let you go-2da temporada de secuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora