Fluke no dijo nada en todo el camino, y Ohm no intentó decir nada, sabía que su conejito necesitaba tiempo, aún más después de todo lo traumático que pasó en la casa de Wayne.
El azabache estacionó el coche el garaje, apagó el motor y miró a Fluke quien tenía la mirada pérdida en la nada mientras abrazaba su vientre.
—¿Cómo te sientes? —preguntó por fin el moreno.
Ohm quiso golpearse a sí mismo por hacer una pregunta tan estúpida y tonta.
—Bien, supongo —susurró Fluke.
—¿Te hicieron daño?
—No —negó el castaño comenzando a llorar.
El azabache rápidamente se preocupó y giró un poco su cuerpo para estar más cerca de Fluke.
—Fluke, dime la verdad —insistió— ¿Quién fue el desgraciado que te hizo daño? ¿Fue Wayne?
—No —negó con la cabeza y casi con la voz quebrada— El que más daño me hizo fuiste tú —acusó mirando a Ohm con odio y dolor en sus ojos— Fuiste tú quién más daño me causó.
—Ratonci-
—¡No me toques! —gritó Fluke alejando sus manos ya que Ohm quería sostenerlas— No quiero que me toques. Solo quiero que te alejes.
Ohm entendía que Fluke estuviera así, no lo culpaba, pero que su ratoncito lo traté así era horroroso, que le mirara con odio.
—Perdoname, ratoncito —dijo Ohm— Lamento haberte tratado de esa forma, es solo que estaba enojado. No podía creer que ese bebé era de Wayne, pero ahora que sé que es mío todo será diferente.
—Ese es el problema, Ohm —manifestó Fluke tratando de controlar las lágrimas— No confiaste en mí. Creíste que yo te había engañado. Yo te amaba, de verdad te amaba, pero ahora te odio, te odio por hacerme creer que yo merecía que alguien me amara.
—Entonces ¿ya no me amas? —preguntó el moreno en voz baja.
—Creo que nunca te amé —repuso el castaño bajando la mirada— Yo tan solo quería estar lejos de Wayne y tú tan solo fuiste mi escape.
—¡Mientes! —gritó Ohm con enojo— ¡Tú me amas tanto como yo te amo a ti!
—Estoy diciendo la verdad —aseguró Fluke limpiándose las lágrimas de sus mejillas— Yo. Nunca. Te. Amé.
Impulsado por la furia que estaba sintiendo, Ohm golpeó fuertemente el volante del coche, acto que asustó a Fluke, quien se encogió en su lugar.
El castaño no creyó que Ohm reaccionara de esa forma.
—Ahora que sabes la verdad —continuó Fluke con un poco de miedo en su tono de voz— ...creo que será mejor que me dejes ir, yo no te sirvo para nada.
—No, no te dejaré ir —manifestó Ohm mirando seriamente a Fluke— Tú eres mío y ese bebé —señalando el vientre del más joven— ...es mío, nuestro.
—¿Cómo estás tan seguro? —interrogó Fluke— Si, puede que éste bebé no sea de Wayne, pero puede ser otro, tú mismo lo dijiste ¿O me equivoco?
—Ya te pedí perdón por eso.
—¡Una disculpa no es suficiente! —elevó la voz— Todo el dolor que sufrí, todas las lágrimas, las noches en las que me pasaba llorando y pensando en que hice mal para merecer ésto, todas las veces en que me despreciaste, en las que ni siquiera querías verme —empezando a llorar de nuevo— ...creí que era culpa mía. Y cuando me encerraste. Tú sabías que tuve claustrofobia, pero no te importó, como no te importó insultarme a mí y a mi hijo. Dime, Ohm, ¿Crees que con una disculpa todo éste dolor disminuirá?