17 [FINAL]

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Los sueños pueden tener múltiples y distintos significados, y nadie puede saber cuál es el verdadero. A veces, un día cualquiera, tenemos un sueño extraño y no podemos quitárnoslo de nuestra mente pensando en por qué nuestra mente se imaginó eso mientras dormíamos. Pueden ser de cosas diversas, algunas enrevesadas y sin sentido y otras tan reales que asustan: Soñamos con nuestro amor, con nuestros amigos, en clase, con alguna película... Hasta podemos soñar con nuestra propia muerte o la de algún ser querido. Incluso podemos tener sueños tan reales que al despertarte no logras distinguir la realidad del sueño hasta pasados varios segundos fuera de él.

Luego están las pesadillas, esos sueños oscuros en los que nuestro corazón se angustia y nos hace despertarnos con lágrimas en los ojos, de repente y con una sensación de que algo nos está comprimiendo el pecho. Son normalmente situaciones en las que tienes pavor, como enfrentarte a uno de tus grandes miedos o a la mismísima muerte.

Pero fueran sueños o pesadillas, había algo en el que todos se parecían: solo son imaginaciones involuntarias que nuestra mente crea mientras estamos dormidos. ¿Solo? Puede que algunas personas lo vieran así, pues para otras, los sueños eran señales que el subconsciente nos mandaba. El problema es que solamente en las mínimas ocasiones nos solemos dar cuenta de lo que nos quieren decir, por ello, acaban pasando a un segundo plano con el paso de las horas, o en algunas ocasiones, incluso de unos pocos minutos.

La noche en la que Off se había quedado dormido abrazando a esa preciada pulsera que un día regaló al menor, soñó con él. No, no fue un sueño... Más bien recordó momentos en los que habían estado juntos mientras dormía. La vez en la que habían estado hasta la madrugada abrazados en la cama viendo unas películas en el portátil; los besos y abrazados que se daban en ciertas partes de la universidad sabiendo que nadie podría verlos; las tardes de estudio que siempre acababan en risas incontrolables...; todos esos momentos se habían unificado en un único sueño haciéndolo sentir extremadamente feliz en él. Por ello, al despertar, una gran sensación de tristeza y pena invadió su pecho como un gran peso sobre él que no lo dejaba respirar. Ese sueño se veía tan real que le había despertado sentidos que ni sabía que tenía. ¿Y cómo no iba a sentirse real? Lo había vivido, cada momento, cada caricia, cada risa que su mente le había hecho sentir en su letargo lo había vivido en carne propia.

"Esto es una mierda", pensó mientras divisaba la pulsera que todavía tenía abrazada entre sus dedos. Aún se acordaba de la curiosa y a la vez graciosa situación en la que se habían visto él y Gun cuando se había regalado lo mismo esa noche, minutos antes de la llegada de la Navidad. Mentiría si dijera que esa noche no había sido una de las mejores de toda su vida, solo por el hecho de haber visto al pelinegro avergonzado ante él.

Era el último año de su vida universitaria, estaba seguro de que saldría con unas de las mejores notas de toda la facultad y no dudaba que el futuro, aunque incierto, le depararía muchas alegrías e ilusiones que recibiría con los brazos abiertos. El primer día, eso era lo que pasaba por su mente. Y ahora, después de haberlo conocido, todo eso había pasado a un segundo plano. No malograría todo lo que había conseguido, y por supuesto no dejaría de pensar en cómo superarse día a día, pero lo que tenía claro que es que todo eso tenía que ser al lado de la persona a la que más quería.

Se aseó y se vistió con rapidez. Había guardado la pulsera restante en uno de sus bolsillos y se disponía a salir por la puerta de su casa hasta que recordó lo que había pasado el día anterior con Daniel.

—¡Mierda, el puto vestido de los huevos! —exclamó dejando caer su mochila al suelo de un fuerte golpe por la frustración.

Sabía que en realidad no tenía por qué frustrarse de esa manera. Si bien no le hacía especial ilusión darle el gusto a ese estúpido de su compañero de verlo en ese estado, tampoco es que considerara que un hombre con vestido se viera patético. Cada uno podía vestir como le diera la gana y nadie podía burlarse de uno por eso, ese no era el problema. A estas alturas, y gracias a su chico —porque para él seguía siéndolo—, ya le daba lo mismo lo que cualquier persona pudiera comentar o pensar de él. Sin embargo, usar ese tipo de parafernalia no iba con su estilo y estaba seguro que se iba a sentir muy incómodo cuando se lo pusiera. De todas maneras, era un hombre de palabra y estaría orgulloso de decir que el motivo de hacer eso era porque estaba enamorado de Gun Phunsawat.

¿Qué apostamos? -OffGun-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora