Chaos - The Umbrella Academy

10| Presentando al caos.

PASADO

El mundo parecía retumbar a su alrededor, sacudirse, moverse de un laso al otro acompañado del incesante tintinear de los cristales que adornaban la fina araña sobre su cabeza. El retumbar seguía, vibrando bajo sus pies con una potencia, no mortal, pero si alarmante.
Sus ojos de fuego estaban fijos al frente, tan mortíferos que te sentíriaz arder de adentro hacia afuera con tan solo mirarlos.

—¡Concentrate, Número Nueve!

Las cejas de la niña se fruncieron, no sabía que tanta concentración quería ese hombre de su parte. ¿Tanta para destruir su mansión? O, ¿Para sacudir toda la ciudad?. Desconocía sus límites, y ciertamente sería seguro que siguiera desconociendo esa parte de ella. Pero aquel hombre, su nuevo dueño, quería ver de ella ese límite.
Y aunque solo contaba con seis años, Irsa no era para nada estúpida. Y aunque lo deseaba, sabía que no sería bueno desatar aquel caos que ardía en su interior.

Debía conservar aquel limitado uso de sus poderes tal cual estaban ahora, contenidos.

Aquel hombre no le gusta del todo, si bien le había sacado de su país y de aquel lugar donde le mantenían encerrada bajo montones de candados y cadenas, y ahora se hacía llamar su nuevo padre y le había dado el peculiar nombre de un número, aquello era mejor que las cadenas o que ser constantemente temida. Ese ambiente era peculiar en comparación a todo lo que ya había estado acostumbrada. Ahí más que verle como una amenaza, era más como una pieza de un juego al que se le podía dar buen uso.

Pero siempre le seguiría una pequeña contrariedad.

Ella amaba ser temida.

Y los ojos brillantes de euforia de Reginald, iban muy lejos de expresar ese temor que a ella le gustaba saborear con gusto.

Por eso dejo de escuchar las órdenes que gritaba aquel hombre y observó fijamente a los pies de este, específicamente al ruedo de su pantalón. Sus ojos naranjas como dos vivas antorchas, miraron allí unos escasos segundos. Pero eso vasto para que de la nada el ruedo izquierdo del pantalón del hombro se encendiera en llamas que quemaron con rapidez esa parte de él.

Los reflejos de Reginald actuaron con rapidez, doblándose para empezar a dar manotazos contra su tobillo llameante. Mientras, al otro lado de su estudio, Irsa dejaba ver una pequeña sonrisa malisiosa en su ensombrecido rostro ocultó tras algunos mechones de su largo cabello.

Al apagar al fin el fuego, Reginald se enderezó y a través de su monóculo le dirigió una mirada reprobatoria a la pequeña niña. Sin embargo no había rastros de molestia en él, más bien todo lo contrario, estaba fascinado por descubrir otra nueva modalidad de aquel que pensaba era un increíble poder.

—Muy bien Número Nuevo. —le felicito, logrando que la niña borrará su sonrisa y torciera la cabeza confundida. Había pensado que le haría rabiar con aquella jugarreta —Pero no vuelvas a jugar conmigo así otra vez.

Sentenció al final, acomodando su ropa devuelta a su estado pulcro original y pasando una mano por su cabeza acomodando también cualquier cabello fuera de su lugar. Se giro dándole la espalda moviéndose en dirección a su escritorio y con un movimiento de su mano en dirección al simio de nombre Pogo que esperaba pacientemente al otro extremo del mueble, le indico de manera silencio que ya podía sacarla de allí.

Tomo asiento en la silla y sostuvo entre sus dedos unos documentos que eran los papeles que le había hecho firmar a la madre de aquella niña. —Llevale a quitarse ese... Atuendo. —bajó las hojas para darle una rápida repasada de arriba a bajo a su nueva adquisición. Sus ropas no podían desentonar más con el lugar, y más ahora que se encontraba chamuscada en algunas zonas y lleno de cenizas por la anterior muestra de poder que habían llevado acabo por un buen rato.