Sin complejos capitulo 2

104 0 0
                                    

Capitulo 2.

Camine por el largo y oscuro pasillo descalza y con un vestido blanco un poco más corto a la altura de las rodillas y sin forma de tornearse ni mangas. Mis pasos eran silenciosos y sentenciados por la oscuridad del lugar, llegue hasta una puerta con una luz brillante de donde provenían muchas voces al unísono, distorsionadas y cuando me asomé por esta, estás mismas pers

onas caminaban

 casi desesperadas por la cocina diciendo cosas como: –Ya llegó, esta aquí–. 

Sin hacer más ruido del ya provocado en la cocina seguí caminando hasta el comedor principal, donde de seguro me estaba esperando una gran cena para darme la bienvenida, así atendian a mi padre, pero no comprendían que yo odiaba esa actitud hacia mí. No era como él, y nunca lo sería.

-Buenas noches, señorita –dijo una señora muy amable antes de colocar el plato frente a mí–. ¿Que desea tomar?

-Esto no es un restaurant –dije seria y fría–. Es solo una cena, ¿lo sabías?

-Lamento no atenderle como le gusta, pero son órdenes de su padre. 

-¡Mi padre! Mi padre ni siquiera está pensando en tí en este instante –respiré para calmarme–. ¿Podrías... ser menos elegante? –ella asintió apenada.

-Lo sentimos.

-No lo sientan –limité a sonreir–. Entiendo que mi padre sea alguien que te exige mucho, pero por favor, conmigo puedes ser más condescendiente.

-¿Puedo permitirme, decirle que se parece a su madre? –se calló enseguida al ver mi expresión, pero ya lo había dicho–. Lo siento, me retiro, buen provecho.

Para mí era el alago más grande que me compararan con mi madre, mujer valiente y admirable a mi parecer. Terminé de tomar la llamativa cena que me habían preparado y con el plato en mis manos lo lleve hasta la cocina.

-¿Cómo es posible? –dijo una de las cocineras–. Usted no debe hacer eso, señorita, si su padre supiera –dijo con miedo, lamentándose.

-No lo sabrá. Y repito para ustedes, por favor, no me traten como a mi padre, nunca, quiero que me comparen con él. Ni en lo más mínimo –dije seria–. Si hablamos de mi madre –esbocé una sonrisa– haganlo cuantas veces quieran. ¿Dónde está Matilda?

-Está en el lavandero, señorita. 

-____, por favor. Y gracias –dije saliendo de la cocina, para buscar a Matilda. Ella era con quien pasaba mis agradables días en la hacienda. Tenía unos 6O años, aproximadamente, pero era la persona más dulce de todo el mundo, y quien más me consentía. Camine por los pasillos de la casa hasta llegar a el lavandero, pero no logré verla, sabía que si había estado allí momentos antes, debía estar colgando la ropa ahora, lo que significa que estaba ocupada, así que me regresé a mi cuarto a buscar mi reproductor de música y me senté en la sala principal, donde ella pasa la noche tejiendo después de hacer sus deberes. Y así, tal como lo esperaba, ella llegó casi una hora después, abrazandome fuertemente y susurrando mi nombre sobre mis hombros, donde reposaba su rostro mientras nos juntabamos. 

-Mi niña, cuanto has crecido –dijo sonriendo, viendome de arriba abajo–. Si tu madre te viera.. 

-No es posible, Matilda –dije triste.

-Quien sabe si te ha visto más que yo –sonrió–. Ella está contigo siempre, lo sé.

-¿Y tú, como has estado? –nos sentamos de nuevo, en los grandes y comodos muebles–. Han pasado más de seis meses..

-He estado bien, mi hija se ha mudado aquí, con nosotros. Es una nueva trabajadora, ahora.

-¿Que edad tiene? –pregunté apresurada y emocionada.

-Tiene unos 35 años, mi niña. Pero es tan dulce como su madre.

-Entonces, será un honor conocerla

Sin complejosWhere stories live. Discover now