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d é c i m o   n o v e n o

Una noche invisiblemente estrellada

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Una noche invisiblemente estrellada. Los pétalos cayendo mientras la luna resplandecía. 

Una pareja. Infinitos sentimientos. Un beso. 

Fue un roce de labios torpe, sin coordinación y tenso. 

¿Los podían culpar? Ni siquiera ellos sabían que estaba pasando.

Fueron unos segundos de indecisión hasta que se dejaron llevar.

El sabor dulzón que tenían gracias a las manzanas acarameladas era grandioso.

Y se volvieron a besar. Y de nuevo. Y de nuevo.

Estaban totalmente embriagados ante la sensación de capturar los labios del otro, de sentir su cercanía y la chispa eléctrica que sentían en su espina dorsal lo hacía todavía mejor.

Y fue cuando el infante tras ellos comenzó a llorar. Se separaron más rápido de lo que realmente querían. Fue como si alguien les tirara un balde con agua fría.

Hikaru se soltó del abrazo trastabillando. Rintarō comenzó a tocarse los dedos con impaciencia. 

Observaron como la madre del niño lo arrastraba hasta adentrarse al festival.

Y se miraron.

Rintarō la veía preciosa con los labios hinchados y las mejillas sonrojadas. 

Le gustaba saber que podía causar ese efecto en ella, teniendo en cuenta la testadura y elegante personalidad de Hikaru. 

La brisa primaveral hacía que su vestido dejara entrever un poco más de sus muslos, a su vez que la despeinaba todavía más. Hikaru solía tener una imagen tan pulcra, que verla así lo hizo marearse.

—Rin.

Él la miró, invitándola a continuar. Ella lo observó, desolada.

—¿No dirás nada?

No era justo que Hikaru le hiciese sentir tanto a la vez.

Generalmente, él era el que manipulaba a la gente a su antojo para anotar puntos, y luego estaba Hikaru, la cual podía controlarlo con solo hablar. Sin contar su hipnótica voz, o su risa suave, o cuando lo retaba con la mirada. Tenía tanto que decirle.

—No sé por dónde empezar. Esto es extraño.

—Que digas que es extraño me molesta.

—¿Por qué?

Rintarō sentía la boca seca, el corazón golpeándole con tanta rapidez que temía por su vida, y la intensa mirada de ella no ayudaba en absolutamente en nada.

Hikaru se acercó nuevamente a él, apoyó las manos en sus mejillas y lo acercó a ella.

Lo besó tan fugazmente que quiso besarla de nuevo. Y lo hizo.

—Porque tener sentimientos hacia otro no es extraño, Rin —susurró Hikaru sobre los labios de él—. Me gustas, Rintarō, y eso no tiene nada de extraño.

—Y tú a mí.

—Lo sé.

Terminaron yéndose del festival más tarde de lo que pensaron en un inicio.

Caminaron a través de la multitud con los dedos entrelazados.

Hablaban y se sonreían.

Se besaron en cada esquina, en cada farola.

No se soltaron en todo el trayecto hacia sus hogares.

Se despidieron con un beso cómplice.

Con la luna y los pétalos de cerezos como testigos.

¿A qué no es bonita la primavera?

ella y él ━ suna rintarō [Haikyuu]Where stories live. Discover now