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first day of school
│SEPTIEMBRE; 1953│

first day of school│SEPTIEMBRE; 1953│

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—Sally, despierta—escuché la voz de nana, pero aún así dejé mis ojos cerrados.

—Cinco minutos más—le pedí, mientras me giraba y me aferraba más a mis sábanas.

—Nada de cinco minutos más, jovencita—nana dejó su paciencia a un lado cuando escuchó mi repuesta—. Es hora de levantarse, ¡hoy comienzas la escuela!—me animó.

—¿Y si me dan clases en casa?—pregunté, mientras corría mi rostro de las sábanas y la observaba con súplica.

No tenía ganas de comenzar la escuela, mucho menos de ser el centro de atención por ser la "nueva".

—Las cosas no se manejan así—aclaró, mientras se levantaba de la cama—. Así que en quince minutos quiero que estés lista y bajes a desayunar—luego de esas palabras, abandonó la habitación.

Suspiré antes de sentarme al borde de la cama y parpadear un par de veces para quitarme la somnolencia.

Me quedé mirando la pared de mi habitación por unos segundos, hasta que decidí que era momento de ponerme en marcha.

Busqué el uniforme escolar y caminé hasta el baño para hacer mis necesidades y poder cambiar mi pijama por la ropa apropiada.

Al estar preparada, caminé por el pasillo y bajé las escaleras. Por cada paso que daba hacia el comedor, un delicioso olor a hotcakes llegaba a mis fosas nasales.

—¡Buenos días, Sally!—dijo mi padre desde la mesa, mientras doblaba el periódico.

—Buenos días, padre—le respondí.

Debía hablarle con formalidad ya que siempre me recalcaba que ser respetuosa era importante, y más siendo una mujer.

Nana apareció en el comedor con mi desayuno y rápidamente me senté frente a la mesa. Me había levantado con demasiada hambre, y seguramente se debía a los nervios.

Bon appétit—dijo, mientras dejaba el plato frente a mí.

Había una torre conformada por tres hotcakes, bañadas con jarabe de arce, y con rebanadas de manzanas que la acompañaban a su costado, sin contar que también había un zumo de naranja.

Merci—le agradecí.

Mi padre, mi nana y yo proveníamos de un linaje francés. Por ende, hablábamos nuestro idioma natal aunque no estuviéramos en el.

—Sally—me llamó mi padre y elevé mi cabeza para observarlo.

—¿Si?—inquirí.

—Mañana debo irme a América por asuntos de trabajo, y estaré fuera por tres semanas—informó.

Good Company│Brian MayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora