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Eran las 7am y yo me dirigía a la casa de Brian. Le había preguntado por qué necesitaba de mi presencia allí tan temprano, y él solo se limitó a responder que era una sorpresa.
No podía evitar pensar en eso todo el día; además de que era muy impaciente, cuando supe que sentía algo por él, le prestaba atención a cada detalle que me hacía.
Golpeé la puerta de la casa de los May y Ruth fue quien abrió. —Buenos días—me dijo, mientras limpiaba sus manos en el delantal que colgaba de su cintura.
—Buenos días—la saludé con un beso en cada mejilla, como acostumbrábamos los franceses.
Ella se hizo a un lado y pude ingresar a la casa. —Brian está arriba.
Le agradecí con una sonrisa y me dispuse a subir las escaleras. En medio del transcurso, me crucé a Squeaky, el gato de pelaje negro, perteneciente a la familia May.
Le di una caricia, a lo que él respondió con un ronroneo, y continué con mi rumbo. Caminé por el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de Brian, golpeé dos veces pero no recibí respuesta.
—Brian, soy Sally—dije, suponiendo que tal vez pensaba que era su madre o su padre.
—Hola—dijo alguien atrás mío y di un respingo, mientras me giraba.
—¡Brian!—lo reté, mientras llevaba una mano a mi pecho—Casi me matas del susto.
—Ay, Sally J—dijo él, sonriendo y negando con su cabeza—. Ven conmigo.
Sujetó mi mano y tiró de esta para llevarme hasta otro lugar. Mi corazón se aceleró al sentir su tacto y no quité mi vista de él en ningún momento, ni siquiera cuando me choqué el pie contra un mueble, que por cierto dolió bastante.
—Hola, señor May—hablé cuando ingresamos a una habitación, y estaba la presencia del hombre mayor.
—Hola, Sally—saludó él, mientras tomaba asiento frente a una mesa de carpintería.
—¿Qué es todo esto?—le pregunté a Brian.
Según tenía entendido, la habitación estaba en desuso. Pero ahora se encontraba un poco más aseada, tenía unos cuantos muebles y unas que otras herramientas.
—Verás—empezó a hablar él, con un tono de emoción—, sabes que amo tocar la guitarra, y no es que menosprecie la guitarra acústica que me regalaste, pero mi interés por una guitarra eléctrica es mucho más fuerte, por así decirlo. Y he decido fabricar mi propia guitarra.
—Creo que sabes que no me voy a enojar por eso—le aclaré—. Pero tengo una duda, ¿cómo harías tu guitarra?
—Por eso estoy aquí, yo lo ayudaré—interrumpió su padre y yo asentí lentamente.
